Vuelven los gendarmes, vuelve la esperanza // Diego Valeriano
Vuelve
la esperanza de las doñas, que pueden ir al chino medianamente seguras. Siempre
y cuando, den los rodeos necesarios para pasar por el puesto donde están los
gendarmes, quienes como son educados las saludan con un gesto.
También
la esperanza de las pibas, de gustarle a esos tipos grandotes y curiosos, morochos
de ojos verdes, que preguntan, que mienten distinto, que son respetados, que
parecen inocentes. La esperanza de besarlos, de arrancar, de noviar, de quedar
embarazadas y poder irse de este barrio de mierda, de la casilla de mierda, de
la cama de mierda que tiene que compartir con su hermana, de los tipos de
mierda, de los pibes de mierda que al final eran unos cagones.
Resurgen
las esperanzas de los militantes, siempre listos contra las fuerzas represivas.
La bonarense es escurridiza, promiscua y siempre juega de local. En cambio
gendarmería renueva esperanzas, son militares. La esperanza de los nervios, de
nuevas confrontaciones, de pintadas, de radios abiertas y de cuando el puño se hace consigna.
Los
que bajan del tren, que la perdieron en
el viaje y en el día, la recuperan cuando salen del andén y reciben el sol en la calle, cuando compran tortilla,
cuando ven con alegría que pararon a esos dos pibitos en la Honda 100.
Al
carnicero, a la verdulera, al de la casa de deportes, a los de la remisería, a
la mina de la agencia de lotería, les nace la esperanza de no verle la cara
nunca más al gordo hijo de mil puta que manda el jefe de calle a recaudar.
La
esperanza de Daniela que se entusiasma que Noel quiera ser gendarme cuando sea
grande y no como el imbécil de su padre que se acordó de ellos solamente cuando
cayó preso y ahora exige que hay que visitarlo a Ezeiza.
En Campo de Mayo hay esperanza de nuevos negocios cercanos. Las chicas caminan
ruta 8, el kioskero les fía, les alquilan autos para los días franco, los busca
de siempre muestran relojes, celulares, ropa y zapatillas y María Luján se da el lujo de invertir y
traer nuevas chicas.
La
esperanza de los pibes que quieren ser bien poronga y sueñan enfrentamientos grosos
que los lleve a la gloria, que los haga grande, que se hable de ellos en las
noches interminables, en los pabellones y también en las canciones.