La gorra coronada 3: Los Anti todo // Colectivo Juguetes Perdidos
Un gobierno de los trabajadores
Los Movimientos de Trabajadores
Ocupados o la VidaMula pusieron un Presidente. “¿Por qué no reacciona el
pueblo al ajuste?”, “¿por qué tanta pasividad?”, “¡el consumo para
todos provocó este giro a la derecha de la sociedad!”... Interrogantes y
enunciados que hablan más de un sistema de expectativas Políticas extemporáneo
–y de un lenguaje deshabitado hace rato de cuerpos y deseos sociales– que de lo
que realmentesucede; el pueblo lucha y está
híper-movilizado, los nuevos barrios están mutando constantemente (nada más
lejano a las imágenes de quietud), si todo no estaría híper-movilizado y en
continuo desplazamiento y tensión no hubiera ganado Cambiemos. La Vida Mula
implica beneficios con lucha permanente; lucha por
sostener las vidas sobre la línea de flotación de la precariedad totalitaria;
luchitas pequeñas de todos los meses, de todos los días, de cada mañana, de
cada regreso al hogar estallado, luchitas que van cansando a los cuerpos,
luchitas imperceptibles para cierto lenguaje político, pero luchitas que
insumen cantidades inmensas de combustible psico-físico, luchitas por gestionar
los rejuntes (en el barrio, en la familia, en el laburo), luchitas (muchas) con
el engorrarse como actividad fundante para sostener ciertos umbrales de consumo
y, sobre todo, de tranquilidad...
Anti-todo
“Antifiesta vos sos, tenés nuevo
apodo, en la aldea te gritan, ¡Anti todo!”
(Mijail Bajtin)
La sensibilidad y la liturgia gorrera
llegaron al Palacio. La gorra coronada: expresión Política de una sensibilidad
que venía operando desde hace un largo tiempo capilarmente en los barrios y en
la ciudad. Lagorra coronada es ahora la que publicita por arriba la
“revancha”; ese espíritu que una vez gobierno “vuelve” por abajo (habilitado y
recargado), se mete en cada recoveco de la vida social, en cada esquina de los
nuevos barrios, en los verdugueos laborales, en las conversaciones y hábitos
cotidianos... Retorna renovado, como un boomerang, retroalimentando y avivando
giles y también surfeando una sensibilidad gorruda cada vez más
extensa y sólida (por puro encarnamiento...). Como si las llamaradas se
extendieran crecidas hacia los lugares en donde se inició hace rato la
combustión. Luz verde y vía libre para el engorrarse, para los vecinos en
banda, para la policía y la gendarmería (que se sienten como en “sus mejores
épocas”, con más guita, más estado de excepción para sus movidas), para los
jefes y patrones, para los corazones ortivas que andan sueltos por la ciudad,
para los Anti-todo...
Aunque la fuerza anti-todo no es
propiedad exclusiva de los votantes de Macri, Cambiemos capturó estas fuerzas
(lo vemos en estos meses de gobierno...) y armó una alianza de clases. Una
alianza sucia, anti-fiesta, racista, gorruda... busca desalojar cualquier
fiesta, cerrar cualquier punto de fuga o instancia que le meta preguntas al
continuo de la vida mula. Por eso la alianza se da entre una fuerza barrial –el
realismo vecinal, que quiere acallar el ruido de lo silvestre, el ruido de
cualquier desborde, aunque eso pueda significar menos laburo, menos guita,
menos derechos en el propio barrio (por esto es que no se
trata de una fuerzaconservadora sencillamente: es una fuerza que
dinamita incluso sus propias condiciones de vida)– y una fuerza de una vida de
ciudad –cada vez más agilada y refugiada– que se veía desbordaba cada vez más
en intensidad por las dinámicas barriales.
Esa alianza de fuerzas encontró en
las imágenes de la vagancia, los ñoquis, los mantenidos, (demonios que ya
circulaban socialmente) la excusa para barrer (o intentar hacerlo) las imágenes
de desborde.
Al ajuste hay que
sincronizarlo con este plano de disputa; complejizar de qué está hecho y sobre
qué opera, sin dar por sentado lo que depara, y sin presumir que este traerá
una reprobación social sencillamente. ¿Cómo se conecta el ajuste con estas
fuerzas anti-todo barriales? ¿Cómo se acomodan los nuevos barrios con menos
guita, menos trabajo, menos espacios, etc.?
Es desde acá también que se entiende
como “el ajuste” es el epílogo de un consumo sin vitalidad, es su corolario: el
enfriamiento de la economía tiene éxito si viene precedido de un enfriamiento
de la vitalidad, de la intensidad que se ligaba al consumo; las políticas de
enfriamiento no caen sobre cuerpos calientes por el consumo. Si así fuese no
hubiera sido posible “extirpar” o recortar capacidad de consumo. Durante la década
ganada el consumo implicó toda una gestión cotidiana de las fuerzas vitales;
mística, energía, aguante, rebusque, agite, pero también engorramiento (“hay
que sostener con el cuerpo lo que se compra con las cuotas”). El agotamiento
del “modelo” vino primero en esa dimensión subjetiva, anímica, incluso antes
que material... Antes de la brutal transferencia de ingresos económicos,
existió una transferencia de energías sociales: del consumo exacerbado hacia el
engorramiento, el muleo a secas y la tranquilidad “cueste lo que cueste”.
La fuerza Anti-todo, por
otro lado, se armó de dinámicas que iban en contra de las experimentaciones que
se abrieron en los últimos años. Si el kirchernismo fue también la posibilidad
de un dejar hacer, de habilitar o dejar crecer (incluso a su pesar)
espacios en donde podía convivir lo heterogéneo (se vio y se sigue viendo por
ejemplo con muchos espacios laborales “estatales”: verdaderos nodos-rejuntes de
funcionarios y militantes, empleados, mulos sin más, vagancia, cumbieros,
barras, intelectuales, estudiantes, todos precarizados, sí, pero todos ahí
experimentando –o con la posibilidad de hacerlo– qué onda, explorando posibles,
o “simplemente” desagotando –y deshabitando– el Estado de lógicas
estatales...). Si el kirchernismo fue también ese dejar hacer, decíamos, el
anti-todo también se nutre de fuerzas que salieron expulsadas de esas
dinámicas, de sensibilidades y prácticas concretas que no lograban pasar por
esos espacios del dejar hacer, y que al rebotar (en un laburo, en un barrio, en
una fiesta barrial, en una movilización social), se refugiaban moralizando o
criminalizando esos terrenos (“aguantadores de vagos, mantenidos,
delincuentes...”).
Desde esa sensibilidad reactiva y
gorruda, desde esa posición de refugiado se armaron y se arman combos
aleatorios que incluyen pequeños o grandes odios: pibes que van escuchando
cumbia en el bondi, una bandita que la agita a la madrugada, unas pibas que van
a cobrar la asignación familiar, un par de cooperativistas, una yegua que
grita por la televisión... lo importante no son las imágenes del combo, sino la
posición defensiva: Anti-todo.
Consenso macrista y micro-revanchismo
El revanchismo, como la alianza de
fuerzas, se alimenta de dos fuentes. Por abajo, con la sensibilidad gorrera que
se incubó en los nuevos barrios y que cada vez deviene más ciudad (los
linchamientos en las grandes ciudades, reacciones que aparecen ante cualquier
imagen de agite que circule en plena ciudad de Buenos Aires, el cinismo de los
pequeños jefes emprendedores verdugueando y marcando una nueva cancha...).
Todas estas escenas hablan de prácticas concretas moldeadas en los nuevos
barrios, y que puestas enserie expresan la sensibilidad gorrera sobre la que
surfean. Lo dicho: la gorra coronada intensifica esta sensibilidad previa,haciéndola
aún más disponible en la cotidianidad, mas a mano para cualquiera... El
macrismo no inventó esta sensibilidad, pero sí la leyó como una oportunidad de
hacer máquina con un modo de vivir y una subjetividad cada vez más
hambrienta... Esta es la segunda entrada: desde arriba el revanchismo se
amplifica y legítima el engorrarse, y ese “plus”publicitario lo hace aún más
fuerte. El engorrarse, y el revanchismo de los anti-todo son profundamente
políticos (como lo es la Vida Mula).
En este sentido es que la
gobernabilidad macrista pareciera hablar más el lenguaje de los nuevos
barrios, del continuo de la vida mula (y los rajes y
escapes a este dispositivo), de las disputas de realismos (el
realismo vecinal versus el realismo pillo), de las “nuevas conflictividades
sociales”… que el lenguaje Político reconocido. La disputa con el macrismo sólo
en el plano del lenguaje Político reconocido (ciertas prácticas, demandas,
banderas, modos, historia, categorías…) instala un plano de obviedad del
que es difícil salir y que es poco productivo para dar una disputa real.
La obviedad refuerza lo evidente de
un gobierno de derecha con movimientos propios de una dictadura: ajuste,
despidos,endeudamiento, transferencia de ingresos a los grandes grupos
económicos, criminalización de la protesta y persecución política a los
militantes, avance contra las políticas de derechos humanos, etc... Pero si la
“discusión” se mantiene en ese plano, lo que se arma es un escenario (“la
coyuntura, la coyuntura”) que se aleja de las prácticas concretas y las
posibilidades reales de disputar sensiblemente una gobernabilidad política
inédita.
Por otro lado, el realismo de
la obviedad (que arma un “consenso militante” antimacrista), recompone
discursivamente un plano pre-kirchnerista de discusiones, imágenes,
politicidades que corre el riesgo de quedar “histeriqueando” con ese realismo
–y alimentándolo– y no meterse con el hecho que Cambiemos opera bajo otras
condiciones y con otros elementos: no es solo marketing político y/o derecha
pura y dura: Cambiemos se alimentó, se curtió y se recargó con todo un nivel
político que no era leído como tal por gran parte de la militancia de los
últimos largos años... Si el macrismo no es la continuidad del kirchnerismo, sí
se incuba en los silenciados y oscurecidos (por una percepción Política
ciega...) reversos de la década ganada. El macrismo es la expresión
política del subsuelo de la patria muleada y engorrada.
De nuevo; el macrismo parece más una
“clausura estatal” (y un revanchismo) no hacia –o no solo– el kirchnerismo como
máquina política, sino más bien anti todo lo que en definitiva se le escapaba
al kirchernismo, todo que lo que fugaba y que el kirchnerismo no llegaba a
capturar, o que mordía a medias, o que habilitaba en ocasiones… en fin, todo lo
que el kirchnerismo (o “la época”) dejaba hacer.
La gobernabilidad macrista –más allá
de intenciones o planes– anuló esos espacios de libertad donde
proliferaban–incluso de modo silvestre– “nuevos derechos”, consumos irritantes
para la sociedad blanca onegra blanqueada (“tienen tres aires y
cobran los planes sociales,no laburan”), nuevas formas de vivir la calle... (no
es menor el nivel de celebración y las ganas de las fuerzas de seguridad de
salir a verduguear).
Es en esos “ahí” a los que nos
referimos, en esos márgenes en donde se caldeaban las fugas, en donde se
amasaban rajes imprevistos o no, pero en donde había un desierto de ciertas
lógicas reactivas,donde pega con eficacia la nueva racionalidad de los Ceos.
Y claro, para copar esos espacios –físicos, pero sobre todo subjetivos,
anímicos, afectivos, sensibles– la alianza innata del macrismo
es con el realismo vecinal y las fuerzas Anti-todo que ya
estaban en guerra abierta contra esas intensidades; una guerra por normalidad
pero una normalidad no exenta de agite y movilización de la vida, una
normalidad en la precariedad; y una guerra que obviamente era alimentada
también por arriba por el kirchnerismo, con sus lemas “paz social es igual a
consumo”, con los operativos centinela y cinturón sur, con el desembarco de la
gendarmería en los barrios periféricos, etcétera.
La disputa…
Ajuste, inflación y precariedad
totalitaria de fondo (con sus diferentes estratificaciones);
protocolos para reprimir protestas social y nuevas economías de la
violencia barrial (gatillar fácil, nuevas violencias entre las
banditas); emergencia en Seguridad y engorramiento previo y vecinos
gorrudos; despidos y verdugueo laboral y Vida Mula; terror
económico y terror anímico; estallidos sociales e
implosiones (anímicas, vitales, barriales, hogareñas,silenciosas);asambleas
y protestas sociales y rajes y alianzas insólitas; cuadros
políticos y silvestrismo en todas sus formas (en los pibes y
pibas, en los adultos piolas, en los militantes); organización y disidencia
Política y agite permanente y ásperas preguntas a las propias formas de
vida(esas preguntas que incomodan, que molestan, preguntas a la adultez
agilada, a la comodidad organizada, a la verdadera quietud, la de los
refugiados y mulos, las de los cínicos...); reuniones “políticas” a plena luz
del sol y encuentros azarosos y embriagados en lo profundo de la noche;
pensar la Política y vivir vidas políticas; marchar por
despidos o por mantener los laburos y movernos permanentemente para no
ser mulos; investigaciones sobre la vida de los otros e
investigaciones a la propia vida (propia no por personal, propia por
apropiación de las afecciones a las que estamos expuestos, propia por tomar la
vida como índice de verdad y de experimentación... siempre antes de impugnar
las vidas populares preguntarse ¿cómo vivo yo?); esperar
helicópteros y disturbios en la Plaza de Mayo y pensar de forma urgente
los quilombos y las violencias silenciosas que ocurren todos los días...
El intento de reponer el viejo
antagonismo, la testadurez –que no es arbitrariedad– de reponer un lenguaje
reconocido borra los “y”. Con la fuerza de lo inexorable, las sutilezas
y las complejidades son barridas del nuevo escenario Político (y esto sucede
por derecha y por izquierda). Nuevamente se refuerza el cierre por arriba, la
clausura molar (por arriba no significa únicamente desde el gobierno, sino
apuntando y sincronizando lo quede “molar” tiene cada vida, cada cabeza, cada
pensamiento, cada acción). Cierre por arriba y desaparece todo un mundo
químico, amoral, abierto, barroso, ambivalente... difícil de percibir, pero
real. La derrota quizás no es solo la política de Cambiemos conquistando todo,
la derrota es estar discutiendo todo el tiempo en un campo abstracto, representacional,
ideológico,un campo sin grietas posibles, en donde solo queda tomar posición y
disentir pero sin morder problemas reales (aunque haya que atragantarse).
La alianza silvestre
La única manera de salir de la
coyuntura es salir de la coyuntura, moverse (movete dejá de
joder...). Hay que activar, investigar, agitar, armar alianzas. La apuesta
de siempre: la alianza con lo silvestre –no necesariamente con los
pibes silvestres–, con las fuerzas silvestres (rapaces, intratables, incodificables,
amorales, difusas, festivas...) que circulan inquietando –con diferentes grados
de intensidad– a la sociedad mula en lo más profundo de la sensibildad social
que la parió, porque no se trata sólo de defender puestos de trabajo, niveles
de consumo, espacios de libertad militantes; la lucha es por valorizar la vida
de otra modo, la pregunta –más“fisiológica”, urgente, vital que ideológica o
Política– es cómo armar una serie existencial distinta a la que propone la Vida
Mula (nuestro rechazo al macrismo es antes que político o ideológicosensible;
odiamos su propuesta de Vida...). Alianza entonces con las fuerzas e
intensidades que se desatan por ahí, en algún agite cualquiera y anónimo (no se
puede hablar de agite sin agitarla, palabra mágica entonces; una palabra para
drogar un texto y ponerle a caminar manija...) Alianza que amplifique el
ruido del agite de lo silvestre. Alianza negra, barrosa, amoral,
insólita, ambigua para contrarrestar al ejército de gorrudos que toma el país.
Alianzas con lo que late –e inaugura otros posibles– en cada raje, en cada
movida. Alianza para no quedarse en el molde de las pasiones tristes –el
enfriamiento existencial y la falta de vitalidad no es exclusiva de los
seguidores de Cambiemos–. Alianza con disputas y experimentaciones, fallidas o
no, en esos espacios difusos donde se juegan las continuidades y las fugas de
la Vida Mula. Alianza con lo silvestre en los pibes, pero también alianza con
todos los portadores del virus. Alianza con los pequeños y grandes acontecimientos
que tiran intensidades a la atmósfera (que las derrochan con
ganas...). Alianza con lo quesiempre va a volver (lo silvestre
siempre está volviendo). Alianza para empujar todos los recipientes que están
colmados y a punto de derramar.
Macri Gato blanco
La gorra coronada y los anti-todo no nos gobiernan
Arriba la vagancia
Fuente: http://colectivojuguetesperdidos.blogspot.com.ar/