Desconectar la igualdad, la contienda cultural // Alejandra Rodríguez
En sintonía con el desguace de las políticas públicas que viene llevando a cabo
la gestión macrista, 60 trabajadores del Programa
Conectar Igualdad del Ministerio de Educación y Deportes de la Nación fueron despedidos
con el argumento de “que era más sano
para ellos que los despidan a tenerlos así”. ¿Tenerlos así? Es que no
cobran desde hace 3 meses y no tienen tareas desde diciembre, al igual que el
resto de los programas y áreas del Ministerio.
El miércoles pasado se realizó un acto en reclamo
por la reincorporación de los despedidos. Muchos trabajadores quedaron
encerrados en contra de su voluntad, impedidos de participar del acto que se
llevaba a cabo en la explanada externa del Palacio Sarmiento. La puerta estaba
vallada por una muralla de policías federales uniformados y armados. Hubo represión
y violencia policial. Un despliegue de policías vestidos de civil sacaban fotos
y filmaban a los manifestantes.
Los días previos al acto, los trabajadores de Conectar Igualdad organizados en grupos
y acompañados por delegados de la Junta Interna de ATE recorrieron las oficinas del
Ministerio explicando las condiciones en que fueron despedidos y las tareas que
realiza el Programa, que es mucho más compleja que “repartir netbooks” -tal como se intenta instalar desde el gobierno
para justificar los despidos-, y que hay más de 1000 trabajadores del Programa
que desarrollan sus tareas en las provincias que están en la misma situación.
Desde el momento que se vuelve necesario
explicarles a tus propios compañeros que necesitas que te acompañen en la lucha
para ser reincorporado, que el trabajo que haces tiene fundamentos igualitarios
en el marco de una política educativa y fundamentalmente que no sos un “ñoqui”,
evidentemente hay una batalla en términos culturales que se ha perdido. Y es ahí donde la cultura macrista es eficaz,
porque ha logrado hegemonizar el sentido común, con un discurso que estigmatiza
a todos los trabajadores del estado al tratarlos en forma indiscriminada
como “ñoquis”. Y un “ñoqui” merece
ser perseguido, maltratado y despedido.
Sabemos que la hegemonía se ejerce
fundamentalmente en términos de legitimación, lo que supone que la dominación
no es sólo económica sino simbólica y cultural, eso es lo complejo de
desentrañar y revertir. Solo desde la hegemonía del sentido común que ha
logrado construir la maquinaria cultural macrista se explica que en medio de las
agresiones por parte de la policía los vecinos que miraban y fotografiaban a
los trabajadores desde sus balcones, les gritaran: “vayan a la laburar, ñoquis”. Sólo desde esos marcos de percepción social
se puede entender el comentario que un uniformado con risa socarrona le hizo a
uno de los manifestantes: “anda a creerte
los cuentos de Cristina” o que algunos “compañeros” que hasta el 10 de
diciembre enarbolaban banderas del proyecto nacional y popular, hoy asesoren a
funcionarios macristas y contribuyen a confeccionar listas para entregar a sus
propios compañeros.
Entonces, detrás de la lucha por sostener los
puestos de trabajo y por defender las políticas de ampliación de derechos, el
desafío es más complejo, ya que se trata de resquebrajar esos resortes
sensibles que conforman el sentido común, que producen cultura y constituyen
una plataforma de consenso social habilitante para que la gestión macrista
avance con sus medidas antipopulares, con el ajuste y el vaciamiento del
estado.
Lo político en su sentido más radical es la
contienda contra esa maquinara cultural, esa trama de sentidos y
significaciones que tiene cierta pesadez y no cambia fácilmente, cuyos rasgos
no son más que la banalidad como modos de vida, forma de relacionarnos, de
hacer mundo y de vivir colectivamente el desconcierto en estos tiempos.