Ciclo de cine en Córdoba

¿Raritos? ¡Raros somos todos!
por Mariano Pacheco



Con la proyección de “Gabrielle” (Canadá, 2013), del director Louise Archambault, comenzó el jueves pasado, en la ciudad de Córdoba, el ciclo de cine “Raros somos todos, lo humano es raro”. Cada año, el ciclo, elige una temática para ser trabajada, y desde ese eje seleccionan los films.

La proyección de películas continúa hoy, jueves 13, con “Los conspiradores del placer” (República Checa, 1996), del director Jan Svankmajer, el jueves 20, con “Oasis” (Corea del Sur, 2002), del director Lee Chang-dong y finaliza el jueves 27 de agosto con “Yo, mi mamá y yo” (Francia, 2014), del director Guillaume Gallienne. Siempre a las 20 horas en Ayacucho 333, en el bar L`ecole Bon Appetit.

Este es el cuarto año consecutivo en que se desarrolla esta iniciativa, que toma el nombre del documental “Yes, we fuck”, un documental que se propone abordar la sexualidad de personas con diversidad funcional, los mal llamados “discapacitados”. Yes, we fuck es pura afirmación. Desde la organización del evento sostienen que, cuando “estábamos tan cómodos diciendo quienes tenían un cuerpo, y para qué; cuando nos imaginábamos ya casi sin margen de error, a quienes les estaba permitido el placer y el amor, de qué formas, con qué o con quienes; cuando, finalmente, habíamos atrapado en el cielo del cuidado y la medicalización a muchos, justo de ellos, de los ángeles, nos llega como una patada a los ojos abiertos esta afirmación: Yes, we fuck”.

La psicoanalista Claudia Huergo, una de las organizadoras del ciclo, sostiene en diálogo con este cronista que “la sexualidad es el motor más potente de crecimiento personal, desarrollo de la propia personalidad y de las relaciones sociales”. Por eso insiste en que, como tal, debería ser central en los apoyos sociales para personas con diversidad funcional. “Más allá del sexo, el documental quiere mostrar no sólo qué puede hacer la sexualidad por las personas con diversidad funcional, sino también qué puede aportar la realidad de la diversidad funcional a la sexualidad humana”, afirma Huergo, quien resalta que este ciclo de cine se impulsa desde la Asociación Civil Casandra, que está cumpliendo diez años.

El cine por asalto

“Las Casandras” explican que entienden al cine como un dispositivo potente para motorizar la reflexión y la crítica a concepciones que están muy arraigadas en el imaginario social. Y ponen como ejemplo: el miedo a la locura y el rechazo al diferente promueven muchas clasificaciones: ordenar, clasificar, vigilar, son operaciones solidarias. “Nada teme más el hombre que ser tocado por lo desconocido. Desea saber quién es el que le agarra; le quiere reconocer o, al menos, poder clasificar. El hombre elude siempre el contacto con lo extraño… Todas las distancias que el hombre ha creado a su alrededor han surgido de ese temor a ser tocado”. Así comienza Elías Canetti su libro Masa y poder. Así puede comenzarse, asimismo, a ser cuestionado el poder de las clasificaciones, o las clasificaciones como estrategias de poder. Producir una transformación respecto a la nociones imperantes sobre a quién le concierne la locura, implica asumir que no sólo es asunto de médicos, psicólogos o especialistas, insiste Huergo. Y agrega: “el sostenimiento de la vida en su diversidad tampoco”. Es que toda comunidad desarrolla sus propias formas de incluir o excluir la rareza. Clasificar puede ser una invitación, una imposición a hacer cuerpo con una etiqueta. Con un diagnóstico. Desde ese casillero se ubica al otro, se le dice qué se espera de él, cómo comportarse, por dónde circular, con quienes juntarse.

Ante esas operaciones, los organizadores del ciclo sostienen: “nosotros preferimos alojar a incluir. Alojar implica disponer cosas para posibilitar encuentros. Lugares. Alojar implica hacerse casa, paraje. Y una tensión en función de las transformaciones a las que nos interpela ese encuentro”.

Así, la propuesta apunta a generar un contra-movimiento respecto a lo que proponen las clasificaciones. Apostando a que no se trata de saber. Quién es el otro, o qué es, o como actúa. Se trata de entrar en conexión. Cada categoría, cada universal, cada clasificación, desconecta. Componer entonces una conexión al otro. A su forma de existencia.

Por eso el cine es mucho más que el cine. El ciclo, mucho más que la proyección de films. Es un lugar de encuentro, de camaradería, de promoción de la conciencia crítica, que es también un modo diferente de actuar, de sentir. “Qué mejor que el dispositivo del cine para generar esa conexión y qué mejor que el dispositivo de trabajo en taller-debate para movilizar reflexión, discusión e intercambio”, remata Huergo.


La invitación está hecha. Falta que el desierto crezca aún más. Y trazar líneas de desclasificación que hagan rizoma. Y sí, también: que el futuro diga.