Las hormigas cantan blues
(sobre
“Otro día sin novedad”, de Román Mazzilli)
por
Marcelo Percia
1.
¿Tener
algo que contar cada día?
Anota
Edmond Jabès: “No tener nada que decir y
haber querido expresarlo”.
¿Narrar
nada? ¿Relatar lo insignificante?
Arte poética,
desde Horacio hasta Borges, ¿epístolas de las pasiones?
Admite
Borges: “Mirar el río hecho de tiempo y
agua / y recordar que el tiempo es otro río, / saber que nos perdemos como el
río / y que los rostros pasan como el agua”.
¿Salir
de cacería? ¿Asaltar la espontaneidad? ¿Agudizar la disponibilidad sensible?
Román
Mazzilli practica la negación del sentido común.
Escribe
(282): “Amo al vacío porque me permitió
inventar sentidos”.
La
sabiduría del arrebato no reside en el acto logrado, sino en la serena acción
de descartes.
La
poética del arrebato en Román Mazzilli no va por la billetera de los
pensamientos, sino por el silencio.
Escribe
(15): “El sol hace silencio / para que un
colibrí / acaricie el aire”.
2.
Roza
las cosas hasta desarraigarlas.
El
Prólogo de Luis Gruss hace referencia
a la fuerza del título del libro, dice: “La
vida no se compone de noticias sino más bien de persistencias que de tanto en
tanto deslumbran y alumbran como estrellas fugaces”.
¿Qué
relación entre vida y novedad?
Sin novedad en el frente,
la novela de Erich Maria Remarque (1929), relata la existencia como estados de
guerra.
Román
Mazzilli pasa las tropas a retiro.
Escribe
(418) “Se acabó esta guerra que no tenía
sentido. / No eran mías estas batallas”.
3.
Barthes
piensa el haiku como espaciado en el que la vida respira.
Alberto
Silva traduce así el poema de Bashô: “No
pertenece /ni al alba ni al ocaso/ (flor del melón)”.
Poéticas de estados en las redes
sociales se presenta como respiración antes que como
inspiración.
Escribe
(335): “El silencio / protege las
semillas / en su temperatura justa”.
4.
Otro día sin novedad
afronta el desafío de arrancarse de una sensibilidad
kitsch.
Una
sensibilidad no tanto sospechada por mal gusto como por el inmediato acople a
las convenciones, a la imitación de las fórmulas usuales, para decir algo
emocionante: la búsqueda del agrado empleando cánones sentimentales.
Escribe
(312): “Estoy anémico de trascendencia y
no hay caso: no hay transfusiones de sentido”.
5.
¿Una
poética de la perplejidad, una narrativa que deambula?
Pensamientos
de los intersticios como musgos que crecen en las sombras, sobre piedras, cortezas
de árboles, suelos abandonados, en las aguas que fluyen o que mueren
estancadas.
¿Estados
de soledad?
¿Entrega
de pensamientos intermitentes?
Román
Mazzilli practica insights, chispazos
de pasiones, en las redes sociales.
Apunta
Handke en El peso del mundo: “Espero pacientemente pensamientos que no
quiero. Esos son los que cuentan”
Señala
en el Prólogo Luis Gruss: “…las intensas y provocadoras ocurrencias de
Mazzilli se inscriben en una especie de mundo paralelo. A cada paso nos
interpelan, nos perturban, nos obligan a volver a pensar justamente eso que
creíamos resuelto”.
6.
Román
Mazzilli comienza como quien traduce por escrito algo que observa, pero de
repente interviene el paisaje plano de las cosas con la impertinencia de una
intención dormida que parece abrir los ojos en ese momento.
Escribe
(9): “Veo pasar la vida desde la
ventanilla de un tren. Pero a mí lo que me gusta son los abrazos en los
andenes”.
7.
¿Qué
intimidad posible entre pensamientos y vida?
Benjamin,
en El narrador, vislumbra el agotamiento de la experiencia: la
trasformación de las criaturas vivientes en autómatas
de la modernidad.
La
vida social cultiva rutinas, estándares, recorridos intercambiables. La llamada
cotidianeidad se despliega como previsible cadena de trámites. Las anécdotas
como burocracias de detalles diarios.
Kafka
entrevé la vida personal como expediente.
El
sueño de una marca única, de una existencia singular, se desvanece.
La
producción en serie de las percepciones de todos los días fabrica horizontes
previsibles.
¿Cómo
liberar la mirada?
Román
Mazzilli no confía en las historias que se le presentan.
Vive
el tedio de los pensamientos prefabricados.
Escribe
(215): “Si es aburrido no sirve. / Si es
solemne no enamora”.
8.
¿Pensar
evanescencias? ¿Errar sin brújula como En
el camino de Jack Kerouac?
En
Otro día sin novedad el narrador se
vuelve latido de percepciones heridas, sospechadas.
Escribe
(2): “Perdí los mapas, la brújula, el
gps. / Perdí las pastillas, la dirección del analista, la receta del doctor”.
Momento
en el que sobreviene el asombro. Instante en el que mirando un partido de
fútbol por televisión la pelota que sigue la cámara sale de cuadro sin que se
sepa si volverá aparecer.
Tanto
Freud (más allá del principio del placer)
como Piaget (noción de objeto permanente)
rodearon de razones el encanto de ese juego que cautiva a las criaturas
pequeñas cuando un adulto se cubre el rostro exclamando enseguida con una
sonrisa: ¡Acá está!
Instante
de vacilación en el que cualquier cosa puede pasar.
Escribe
(263): “Que el yo-yo no sea nuestro juego
preferido”.
9.
¿Extrañamiento
de los automatismos para que lo mínimo estalle en todas partes?
Román
Mazzilli practica una poética del desarraigo.
Escribe
(3): “La próxima vez me vestiré mejor.
Voy a ponerme una camisa de fuerza”.
10.
¿Violentar
a otro poniéndolo o sacándolo de un lugar o una idea?
Malicias
del poder apenas atemperadas por pedagogías morales o estéticas.
Simone
Weil advierte que sacar a otro del lugar en el que vive seguro equivale a una
violación, pero la tentativa del desprendimiento de las adherencias, en las que
vivimos como parásitos inmóviles, se presenta como movimiento liberador.
La
poética de Román Mazzilli no predica nada, y, sin embargo, incita movimientos.
Escribe
(148): “¿Se puede ser un murciélago con
anteojos de sol?”.
11.
La
danza guarda, en secreto, el momento en que una sombra aprovecha la distracción
del cuerpo, la luz, la conciencia, para desprenderse de lo proyectado.
Escribe
(16): “Hay una danza que espera que la
invente, un giro, un salto, una caída”.
12.
Adorno
en Minima moralia apela a una astucia
para emanciparse de pensamientos de oficio: “no
sentirse en casa estando en casa”.
¿Enrarecer
lo familiar?
El
mismo pasadizo por el que se ingresa a lo siniestro conduce a lo maravilloso.
Román
Mazzilli, ¿ensaya el extrañamiento o distanciamiento brechtiano?
Escribe:
(14) “No hay paisaje / que el viento no
cambie”.
Escribe
(134): “Soy extranjero a ambos lados de
la frontera”.
13.
¿Estados
de disponibilidad para atender extravíos?
No
impedir que la vida acontezca inesperada.
Benjamin,
en El libro de los pasajes, copia una
cita de los Manuscritos de Marx que
dice: “La reforma de la conciencia
consiste en despertar al mundo... del sueño que sueña sobre sí mismo”.
La
cita dice despertar al mundo del sueño,
no despertar a la conciencia. Marx advierte que eso que se llama conciencia destella como derivado de emanaciones
sociales que sueñan mundos sobre los que, luego, el capitalismo impera.
Se
proponía despertar mundos: liberar otros modos de vivir en común sobre la
tierra.
Román
Mazzilli ofrece instantáneas de la oportunidad.
Escribe
(120): “Todo ese ruido, es solo el eco de
un mundo que ya no está. / Te invito a este silencio, para comenzar”.
14.
Benjamin
sugiere conservar del surrealismo lo que llama iluminación profana (no religiosa ni mística). Una inteligencia no
provocada por el haschisch, el opio o demás drogas, sino por el cuestionamiento
político de la mirada histórica que hace de la vida algo ya sucedido: la
culminación de un destino.
Benjamin
propone objetar el sentido congelado de la inmediatez del presente, interrumpir
los flujos de significaciones sociales continuas.
La
iluminación profana no consiste en
emborracharse, sino en sorber de la ebriedad fuerzas que impulsen.
No
se trata de embriagarse, apabullando la química nerviosa de la percepción, sino
sorber las potencias de la embriaguez.
No
se trata de descontrolarse, sino de aprender el arte del descontrol como
corrosivo que abre candados.
Así
como no se trata de enamorarse, sino de aprender las fuerzas del amor para
deshacer lazos que fijan el cuerpo al cautiverio de los días.
Román
Mazzilli sabe que, sin ansiedad ni nerviosismos, el arrebato deja pasar
automatismos.
Escribe
(146): “Hay una sola cosa sagrada en la
vida: todo”.
15.
Otro día sin novedad
practica epifanías: hace aparecer por encima de lo pensado, vapores gestantes
de lo impensado.
Irradiaciones
que excedan los hábitos que se piensan como desprendidos de las cosas que
pasan.
Escribe
(6): “Voy a controlar la respiración, /
voy a poner a dieta los latidos, / voy a explicarle matemática a los bebés
recién nacidos”.
16.
Román
Mazzilli ensaya la iluminación profana:
acciones de pensamientos que no pretenden iluminar nada, ni revelar un
misterio, ni trascender iniciando a otros.
Profana
porque no trata de ligar adeptos ni disciplinar en torno a una verdad.
Iluminación
que no ilumina, que descompone un haz de luz en un arco de matices que se
insinúan un instante antes de manifestarse.
Escribe
(91): “A más luz, más ceguera. / Yo solo
abro los ojos / cuando todo está oscuro”.
17.
¿Introspección?
¿Narcisismo de las sensaciones personales? ¿Solipsismo vicioso del yo?
Escribe
(88): “¿Será la costumbre tu verdadera
adicción?”.
Andar
al asecho o practicar el arrebato desprenden movimientos que no se relacionan
con la mística de la introspección.
No
hay adentro ni afuera en el umbral, sino caricia de los pasajes que capturan
nada.
Derrida
desliza, al presentar un artículo de Nicolas Abraham, la expresión eclipsándome en el umbral.
Escribe
(416): “Yo giro, giro, giro / y supongo
que habrá un sol”.
18.
Román
Mazzilli amanece como los detectives de la novela negra expulsados de la
policía, que extenuados, tras una larga noche de insomnio, se componen con una
ducha, una afeitada, un café cargado para recibir a una desprotegida y rica
cliente rubia de la que se enamoran por las mañanas.
Escribe
(15): “La noche (…) me dejó despabilado
en su oscuridad”.
19.
Román
Mazzilli deja que la sorpresa lo asalte.
Escribe
(26): “La luna provoca mareas en mi boca”.
20.
¿Captar
minucias?
Sacudir
el paño del día vivido para hacer flotar partículas de polvo a contraluz.
Escribe
(29): “Si el aire se torna espeso, /
¿seguirán asomando los delfines?”.
21.
Todavía
cualquier escritura pasa, en algún momento, por la aduana de la formas.
¿Qué
tipo de poética la de estados en las redes sociales? ¿Habrá que catalogar un
género facebook? ¿Urgente e intermitente?
¿El
relato de lo cotidiano puede eludir el costumbrismo de lo establecido?
Escribe
(60): “Cociné al fuego un morrón y una
papa con cáscara. No es una cena. Es una constatación”.
22.
¿Vagabundeos
de quien se pasea por los días como el flâneur
de Benjamin?
¿El
encanto no está en los días sino en el paseo?
¿Contar
lo que pasa inadvertido?
Escribe
(80): “El viento no desacomoda, no
despeina, no amontona. Pone las cosas en su lugar, mientras las hormigas cantan
un blues en esa hilera”.
23.
En
la versión castellana de Ser y tiempo
de Heidegger, Gaos traduce la palabra alemana Neugier (curiosidad) con
la expresión avidez de novedades.
Heidegger
actualiza una reacción conservadora ante la vacuidad del capitalismo de masas.
Apela a la idea de autenticidad.
Piensa
la avidez de novedades como
curiosidad malsana de la evasión de la verdad de sí.
La
crítica de la sociedad de consumo interesa cuando observa que la avidez por lo
nuevo evita la espera.
Heidegger
advierte una curiosidad ansiosa que consume lo nuevo sin demora en lo que acaba
de llegar.
Una
avidez urgida, que muda enseguida tras lo obtenido: que salta de una cosa a
otra.
Nerviosismo
consumidor sin sosiego, que vive la espera como angustia.
La
novedad como ansia que huye del instante.
¿La
avidez de novedades como existencia
inauténtica? ¿A qué existencia le correspondería el nombre de auténtica?
¿La
novedad como turismo ansioso que va de un lugar a otro: como consumo de
momentos?
La
avidez de novedades no actúa por
impulso de ir más allá de lo existente ni como entusiasmo por la ilimitada
posibilidad de lo posible.
La
idea de avidez (que evoca las de
ansiedad, codicia, ambición) sitúa un nerviosismo depredador.
Avidez
como eso que Néstor Perlongher llama nausea imprecisa.
Román Mazzilli admite que no se puede
comer el pez dibujado sobre la arena.
Escribe (256): “No insistas. / El
consumo no es un instinto”.
24.
Asedian
las narrativas del yo bajo la forma de un noticiero personal.
Se
escucha en las conversaciones entre amigos: decime
los titulares.
Escribe
(103): “¿Quién te impone los temas de su
agenda?”.
25.
¿La
lentitud de la vida transcurre sin novedad?
Suele
llamarse lentitud a la imperceptible velocidad del instante.
Escribe
(290): “Y hay algo en mí, como una moneda
haciendo equilibrio de canto, que sabe que todo, todo, está ocurriendo en este
mismo instante”.
26.
¿La
autobiografía como género obsesionado por coleccionar novedades?
¿Empeñar
la existencia en producir noticias?
La
dramaturga Vive Tellas propicia la idea de biodrama,
que inspira un teatro fuera del teatro, tratando de localizar un umbral mínimo de ficción en la anécdota
personal: algo así hace Román Mazzilli cuando atiende lo que le está pasando.
Escribe
(376): “La ciencia ficción es el género
literario más apropiado para escribir una autobiografía”.
27.
Los
puentes unen tanto como separan.
Escribe
(79): “Vos seguí pontificando, que los
demás ni se enteran”.
28.
¿Cómo
se practica la amistad en las redes sociales? ¿Los textos de este libro están
desencadenados por la recepción calculada de quienes están en red? ¿El campo de
expectaciones provoca ideas que se trasfieren a través del teclado?
Escribe
(322): “Sí, todo bien. El otro, el
encuentro, la confianza. El amor, la amistad, / la conexión. Todo bien. El
trabajo en equipo, la creación colectiva, los / grupos, las parejas. Todo bien.
El enriquecimiento mutuo, el mundo / compartido, las afinidades. / Todo bien. /
Solo que a veces la gente me da miedo”.
Tobías Wolff, tras la muerte de Raymond
Carver, relata que la amistad que tenían consistía en el gusto por narrarse
historias.
La
gramática de la amistad, tal vez, siempre late en el deseo de contar algo.
Recuerda Wolff que Ray componía un narrador que hablaba
con una voz secreta y apagada de modo que hacía que él tuviera que inclinarse
para escucharlo. Hacía de cualquier cosa una confidencia y, en ocasiones, se
detenía para mirar a los costados como si temiera la presencia de un espía.
Ray era, también, un oyente. Alguien con una atención
depredadora, que escuchaba con la cabeza inclinada y un brillo en un ojo
entrecerrado como si fuera un cazador haciendo puntería.
Wolff admite que la expectación de Ray por escuchar
historias lo llevaba a contar cosas que no eran ciertas. Entre ellos había una
coartada que alentaba esos inventos: “Las
palabras salieron caminando de mi boca”.
¿Quién habla cuando las palabras salen caminando de una boca?
¿Esas palabras expresan la voluntad de alguien? ¿Se escapan porque estaban
retenidas?
La magia del tener algo que contar reside en que haya
alguien en el que habite el deseo de escuchar.
Román Mazzilli no cede al elogio de lo colectivo.
Escribe (322): “Solo
que a veces la gente me da miedo”.
29.
Macedonio
Fernández en Papeles de Recienvenido,
¿parodia la idea de novedad?
Anota:
“No os sobrevengo con la novedad de que
se acabó el Infinito; ni la de que este mundo se ha combinado con todos los
botones cosidos flojos como traje hecho (con lo cual uno se cree nuevo y lo
creen nuevo); ni la de que el hombre que se ubicó en el vacío para vivir
eternamente, se abanicaba. (…) Ni disertaré sobre el Suspiro Irrompible o Los
Anteojos de No Ver, ahumados. (…) la única noticia que busco es la de que no se
haya perdido la cosecha de huevos de gallo”.
30.
El
capitalismo necesita la novedad.
Si
todo se volviera novedad, ¿desaparecería la idea de novedad?
Alguna
vez se supo de la existencia de la AMHSN
(Asociación Mundial de Hablantes Sin
Novedad).
Voces
de la agrupación abrieron la undécima asamblea bianual así:
“Queridos y queridas hemos venido
hasta aquí para constatar que en estos largos y fructíferos años no ha pasado
nada digno de contarse. Estamos en condiciones de afirmar que si este encuentro
no se estuviera realizando, ocurriría lo mismo que lo que está sucediendo ahora.
Es cierto, en los albores de nuestro
movimiento no teníamos nada que contar tras un arduo trabajo de descarte y
anulación de grandes y pequeños hechos.
Nuestros mejores intelectuales
ponían empeño en demostrar que en el universo acontece una e infinitas veces lo
mismo.
Todavía recordamos el día de la
gran hoguera de las anécdotas.
Pero, en algún momento, sin que
nos diéramos cuenta, la falta de novedad se presentó como fatalidad serena e
involuntaria.
Y sin que sepamos cuando, nos
encontraremos un día (del que no tendremos noticia) en el que ya nadie tenga
nada qué decir: algarabía de una comunidad de hablantes que no comuniquen nada.
Si alguien osara ensayar, por dar
un ejemplo, un primer beso, de inmediato todas y todos los vivientes ensayarían
besos primeros para evitar cualquier riesgo de novedad. Lo mismo ocurriría con
cortes de pelo o pasos de baile.
Una comunidad respetuosa de la
nada solidaria.
Cualquier poder quedaría cancelado:
si alguien diera una orden, todas las criaturas darían una orden de modo que no
habría nadie en condiciones de obedecer.
Un mundo sin novedad derramaría justicia
e igualdad sin que fuera necesario anunciar esas conquistas.
Esta undécima reunión (cada una de
nuestras reuniones llevan este número arbitrario) sin antecedentes ni
consecuencias, sin día ni hora o lugar, sin reunidos, sin reunión, se celebra
sin celebrar.
Sin presidentes ni secretarios,
con voceros y voceras que se presentan como interminables y continuos ecos
hablantes. Ecos no venidos de ningún lado que no se terminan de apagar.
En algún pliegue de esas voces se
ha proclamado el derecho de cualquier hecho, por ínfimo que se considere, a
devenir narrado con iguales méritos, razones y olvidos.
Para terminar, nos despedimos
deseando un futuro falto de novedad”.
31.
Movimientos
sutiles de la reacción intentaron anular la potencia del libro de Román
Mazzilli anunciándolo entre las novedades editoriales en suplementos
culturales.
32.
Un
caracol, el guante perdido de un pescador ausente, una piedra, la pluma blanca
de un ave, el resto de un conchilla, la línea que dibuja la marea, una huella,
cada cosa (entre innumerables cosas vivas) serpentea como instante sin novedad
en una orilla.
Escribe
(128): “Silencio hay en mi boca. / Es una
flor silvestre / que creció sola”.
33.
Admite
Novalis que si queremos concebir la vida conviene concebirla incompleta.
No
pensamos para anunciar o discernir lo dado, sino para resguardar lo inesperado.
Si
el diapasón del sentido común confirma la persistencia mecánica de lo ya dicho,
los fragmentos de Román Mazzilli dicen atonalidades: ruidos que no se
registran.
Lo
misterioso no reside en el secreto del ser,
sino en el estar no siendo.
Escribe
(327): “Cuando el mensaje institucional
es ‘tú puedes ser lo que te propongas’, la letra chica dice ‘nosotros te vamos
a decir hasta dónde vas a llegar’”.
34.
Tal
vez el ready made de Duchamp se
presente como chiste o iluminación profana.
Nada
más instalado en el paisaje uniforme de las cosas que un objeto fabricado en
serie en la sociedad de masas.
Una
mesa está codificada como una tabla con cuatro patas que sirve de apoyo, aunque
el diseño trate de desacostumbrar la percepción.
Duchamp
no embellece el mingitorio, lo vuelve risible, transformándolo en fuente.
Román
Mazzilli no duplica lo que ve, lo arranca del paisaje de las cosas, lo pega en
la página y teclea enviar.
Practica
ready-made que trastorna experiencias.
Escribe
(136): “Mi alma está partida de
nacimiento”.
Escribe
(237): “Voy a hablar bajito, porque hay
gente que tiene dólares de cabeza...”.
35.
En
El placer del texto, anota Barthes: “…sólo lo nuevo trastorna (enferma) la
conciencia (¿ocurre esto fácilmente? no lo creo; nueve veces sobre diez lo
nuevo no es más que el estereotipo de la novedad)”.
Para
Barthes lo nuevo no equivale a la novedad, mientras la novedad aplaca el deseo
de lo nuevo ofreciéndole la moda, lo nuevo se presenta como inaudito que
respira tras el desprendimiento de lo existente.
Román
Mazzilli sigue las pistas de pacientes lombrices.
Escribe
(126): “La dislexia ¿es una enfermedad o
un acto revolucionario?”.
36.
¿Qué
abriga en el desamparo de la historia?
Roberto
Arlt en una polémica con Rodolfo Ghioldi (en la década del treinta del siglo
pasado) en la que argumenta sobre el papel del cine, sugiere que la mayoría de
mujeres obreras no saben quién es Carlos Marx, pero casi todas ellas saben cómo
besa Rodolfo Valentino.
Román
Mazzilli confía en la revuelta de las terrazas.
Escribe
(156): “Un abrazo tiene más información
que el manifiesto comunista”.
37.
Se
confunde novedad también con devenir.
El
devenir supone un pasaje hacia el movimiento incesante de lo que vive no
siendo.
La
novedad supone la llegada de algo que ya es siendo todavía no alcanzado.
La
novedad aterriza como última forma o noticia de lo sucedido.
Mientras
el devenir no sabe lo que sobreviene, la novedad se presenta con un manual de
instrucciones.
El
devenir se podría pensar no como pasaje de lo nuevo a lo nuevo, sino como
pasaje a lo inesperado.
No
está en juego tanto lo nuevo como la espera: una espera que no espera algo, que
se abre en lo inesperado.
Escribe
(17): “El caminante se va transformando a
medida que camina”.
38.
Descartes
relata circunstancias de su vida, Montaigne hace de las circunstancias que vive
fuentes de sus ensayos.
Desde
entonces la intimidad se relata con voracidad: con Otro día sin novedad asistimos al crepúsculo de los relatos del yo.
39.
Las
ilustraciones de Mariana Szulman que acompañan este libro ofrecen sombras.
Presencias silenciosas, siluetas que atestiguan los contornos de cuerpos.
Manchas
en páginas habitadas por la soledad de las palabras.
40.
Una
paráfrasis de una ocurrencia de Goethe: cuando teníamos dieciocho años, el
mundo también tenía dieciocho años y todo estaba por hacerse, pero ahora que
llevamos alrededor de sesenta (y el universo resplandece con más de trece mil
millones de años), celebramos con sereno entusiasmo otro día sin novedad.