Las coordenadas del entuerto
Presentación de La razón neoliberal, de Verónica Gago
por Mario Santucho
Para mi es un compomiso difícil presentar este
libro de la compañera y amiga Verónica Gago. Nos conocemos hace demasiado
tiempo, casi 20 años, y desde entonces trabajamos juntos. Digamos que las
fronteras entre trabajo, familia y comunidad, también entre nosotros tienden a
indistinguirse, en función de un proyecto político e intelectual que ha tenido
distintos nombres, desde el viejo Mate, pasando por el Colectivo Situaciones,
la editorial Tinta Limón y el más reciente Instituto de Investigación y
Experimentación Política.
Este libro forma parte de esa historia de
investigación militante, en la cual hemos construido diferentes amistades
políticas. Porque así como la investigación
militante supone un tipo de pensamiento que no es meramente académico y un
tipo de militancia que vas mas allá de la representación, las amistades políticas implican complicidades
que no se reducen a alianzas por conveniencia, para abrirse a un diálogo sobre
la constitución misma de nuestros estilos y formas de vida. El Colectivo
Simbiosis Cultural, compuesto por jóvenes migrantes bolivianos, Silvia Rivera
Cusicanqui (Bolivia), Raquel Gutierrez Aguilar (México), Marta Malo (España), Sandro
Mezzadra (Italia), y varios de los protagonistas que pueblan este libro, no son
apenas autores que Vero refiere en sus citas, sino interlocutores permanentes
con quienes componemos búsquedas y, últimamente, compartimos más dudas que hallazgos.
Ahora bien, La
razón noliberal es también un producto académico. Se trata de una tesis de
doctorado que ha sido reescrita para su publicación en la editorial
autogestionada Tinta Limón. Asistimos así a un desplazamiento: de la escritura
colectiva a la autoría individual y de la pretención por construir intervenciones
inmediatamente políticas a un registro más denso, meditado y consistente. En
ese sentido hay que admitir, como suele decirse, que “esta obra no hubiera sido
posible” sin los subisdios del Estado Nacional a la investigación
universitaria. El financiamiento estatal sostenido y el deseo de muchísimas
personas han logrado investir simbólicamente al espacio académico, aunque no
esté muy claro su sentido en la escena contemporánea. Traspolando palabras de
la autora, la academia es hoy un territorio que promueve la inversión en el sí
mismo, provee un ideal de progreso y habilita una razón calculadora, en el
marco de una pragmática idealista. Podríamos
ser más caústicos y acudir a la imaginación de otro libro extremadamente feliz
publicado el pasado año, La amargura
metódica, que califica este reverdecer como una época de vacas gordas, construida
gracias al método del feed-lot. Pues
bien, esta tesis sobre las economías barrocas, que entre otras originalidades introduce
la posibilidad cierta de un Foucault latinoamericano, deberá ser discutida con
detenimiento en claustros y congresos, y será citada profusamente en papers y
publicaciones.
Permitanme ponerme un poco serio, entonces, y felicitar
a la Dra. Gago, porque ciertamente estamos ante un pensamiento inédito,
singular y potente. Pero si Vero sale airosa del desafío que asumió, es gracias
a la fuerza de su hipótesis feminista. Pues tengo la impresión de que no
estamos, como se dijo, ante un libro erudito. Es algo parecido, pero distinto.
Es un trabajo más bien meticuloso. Detallista. Podría decirse que no deja
puntada sin hilo. Cada aspecto del problema en cuestión, es recorrido
puntillosamente, con una precisión que impacta.
Sin embargo, intuyo que este libro tendrá
también sus detractores. Así como hace unos años recibimos el mote de románticos
por “idealizar” a los movimientos sociales, hoy tal vez acusen a Vero de
construir una imagen demasiado “positiva” de los migrantes bolivianos en Buenos
Aires. Y no es casual, porque su principal virtud consiste en demoler las bases
mismas de la moral dominante en este siglo veintiuno latinoamericano. Y lo
logra con creces.
La metropólis contemporánea no cesa de volverse
más y más heterogénea. Una nueva composición social desafía las pautas
tradicionales de la gobernabilidad urbana. Esta realidad abigarrada y promiscua
está en la base del discurso de la seguridad, y de las micro percepciones
xenófobas, al tiempo que contrasta con los grandes relatos de la inclusión
social. Dice Vero: “la diferencia, para ser pensada como fuente material,
productiva y dinámica de la heterogeneidad de nuestras ciudades, tiene que
crear sus propias medidas y normas, para que sea reconocida a partir de su
producción de valor”. Todo el libro es un esfuerzo enorme, complejo y eficaz por
operar esta inversión del punto de vista. No se trata de solidarizarse con las
víctimas, ni de escandalizarse por el resurgir de la esclavitud. Muy por el
contrario, hay que despabilar y tomar nota de la impresionante potencia de
sujetos que proliferan en la informalidad, mas acá del lenguaje de los
derechos. En este sentido, estamos ante una verdadera obra de perspectivismo. A mi juicio, es aquí
donde hay que encontrar el aporte político mayor de este trabajo.
Ahora bien, la autora se hace cargo de las
consecuencias del desafío teórico asumido. Al sumergirse en el plano de la
constitución de los sujetos, la polémica no se limita a una discusión con las
derechas posmodernas. La mirilla cambia de referente y el objetivo principal
pasa a ser el neodesarrollismo. Específicamente, la alternativa propuesta por
la razón populista entre estado y mercado, que da lugar a una nueva autonomía
de la política. Pero la potencia de la investigación, según mi modesta opinión,
no radica tanto en el nivel ideológico, sino en la interpretación de esos
ensamblajes productivos que la autora denomina “economías barrocas”, y de la
formidable recomposición de una fuerza de trabajo que desborda la forma
salarial. Llegados a este punto emerge el argumento principal del libro, la aparición
de un “neoliberalismo por abajo”, una red de prácticas y saberes que asume el
cálculo como matriz subjetiva primordial y que constituye el motor de las
economías populares.
La fuerza de esta idea se constanta en la
multiplicidad de derivas que habilita. Resumiré sólo una que me interesa
especialmente y tiene que ver con el tema de este ciclo (Actores, políticas y
dinámicas en la ciudad neoliberal). El gigantezco negocio textil que ensambla
decenas de miles de talleres y cientos de predios feriales, que se ramifica en
los shoppings y galerías más prestigiosos del país, que comunica las villas
urbanas con las comunidades indígenas, que se prolonga en efusivas fiestas
plebeyas… proyecta sobre la ciudad un particular régimen de visibilidad, que
los medios se han encargado de catalogar como “clandestino”. Si queremos eludir
las anteojeras policiales que distinguen únicamente entre lo legal y lo
criminal, conviene hacer foco en la dimensión productiva, para entrever en qué
medida la opacidad de tales tramas económicas tienen un origen rentístico. Exactamente
igual a lo que sucede con el sistema financiero, es decir en el “neoliberalismo
por arriba”.
La lectura de este libro nos permite señalar tres
vectores principales de creación de beneficios.
- De un lado, la marca. Cada vez más concentrada en el aspecto espiritual del
proceso, que consiste en modular las formas de vida de las clases con mayor
poder adquisitivo. La materialidad de este segmento recae en el diseño y la
publicidad, mientras que la confección propiamente dicha se mantiene a
distancia de las firmas, gracias al yeite de la tercerización. La rentabilidad
extraordinaria surge del abismo que separa el precio del producto y los costos
de su confección.
- Por otra parte, la feria: la Salada y sus ramificaciones, incluído el circuito
Avellaneda. Una compleja madeja logística y de comercialización, protagonizada
por un nuevo empresariado político-social (que algunos catalogan como mafioso).
Territorio de frontera que perfora el espacio reglado por la legalidad estatal
y mercantil, atenuando el poder de fiscalización del Estado y utilizando
técnicas de sabotaje comercial. La venta masiva a precios bajos garantizan el
éxito ferial, que consiste en apropiarse de una tajada significativa del
consumo interno de la indumentaria, un mercado que crece muchísimo en épocas de
aumento de los ingresos populares (un empresario del sector nos decía que “la
ropa se ha vuelto una droga”).
- Por último, el taller, el eslabón propiamente sumergido, donde se emplean los
costureros, quienes soportan el peso de toda la cadena. Aquí el análisis de
Vero va a fondo, hasta tocar la sustancia misma del problema. El taller es una
zona de producción regida por patrones de excepcionalidad, a partir de la
existencia de formas laborales muy precarias. La precariedad, que no es
sinónimo de pobreza, constituye un tipo de explotación que no usufructúa sólo
la fuerza de trabajo, sino también las formas vidas singulares. Por eso, la
precariedad hace rato ha dejado de ser un fenómeno marginal y se generaliza.
Pero la especificidad del trabajo costurero de los migrantes bolivianos tiene
que ver con el plus de valor que proviene de la comunidad. Semejante
diferencial, reforzado por la guetificación etnicista que capitaliza el
estatuto legal del extranjero, genera lo que se denomina una “renta de
posición”, que impacta de lleno sobre el mercado laboral.
El “neoliberalismo por abajo” puede pensarse
entonces como un triángulo sin base horizontal, conformado a partir de tres
vectores de producción de renta (uno lingüístico, otro logístico, el tercero
comunitario).
La pregunta, para ir finalizando, es cómo
politizar este complejo ensamblaje de fuerzas. Vero nos deja, parafraseando a
la presidenta, premisas “muy incómodas”, en tanto arruinan los presupuestos de
todo voluntarismo político. Ella asegura “que el terreno de la subjetivación es
decisivo para desarrollar un pensamiento político transformador”. En clave
feminista, agrega que esa subjetivación (en su doble sentido de afirmación y
sujetamiento) debe ser entendida como un proceso no homogéneo ni unitario, que
exije ser abordado en todas sus variaciones, determinaciones y ambivalencias.
Cuando uno lee esta fórmula, puede pensar que se
trata de un ejercicio de sofisticación teórica o de un ardid literario. Pero
ahora que junto a ella y otrxs compañerxs hemos fundado el Observatorio del Trabajo Sumergido como resultante del movimiento
generado por la Asamblea Textil de Flores, y nos apercibimos de lo difícil que
resulta la emergencia de un sujeto costurero, con organización y palabras
propias, pues uno empieza a tomar dimensión de la magnitud del desafío que
enfrentamos. Gracias a Vero, entonces, por tu capacidad para mostrarnos las
coordenadas de este entuerto.
Buenos Aires, martes 14 de julio de 2015