Francisco y los límites de una iglesia estancada
por
Pablo Semán
Francisco es un
emblema que justifica cualquier tipo de entusiasmos. Los sacerdotes se
esperanzan en el hallazgo de un líder carismático y le soportan posiciones
políticas y doctrinarias. Los presidentes latinoamericanos quieren recibir algo
del maná sagrado que ostenta el jefe del catolicismo. Y el neo papismo de
izquierda y ateo confunde sueños y realidades. Sin embargo, la convocatoria del
encuentro con jóvenes en Asunción, última actividad del Papa en Paraguay,
mostró los límites sociales y culturales del impulso de Francisco. ¿Será capaz
su figura renovadora ensanchar el espacio del catolicismo, amenazado por la
secularización, la fe evangélica, las religiosidades originarias y afro?
Se esperan millones de
personas, la ciudad no está preparada para tanto, va a faltar agua y no vas a
encontrar alojamiento. Así sonaban las
voces de alarma que surgían de una conjetura que se reveló errada. La
movilización de los paraguayos y de los argentinos del noreste o de los
brasileños del sur fue masiva pero ni por asomo alcanzó las proporciones de
catástrofe demográfica que auguraban entre entusiasmados y horrorizados.
Tenemos ahí un juego
entre expectativas y realidades que es parte del balance de la gira papal, algo
que el encuentro del Papa con los jóvenes evidenció de modo revelador.
1. Francisco es un
emblema que justifica todos los entusiasmos concebidos como necesidad humana.
Es la pantalla de proyección de más deseos que los que nadie o nada puede
cumplir. La misma gente que se decepcionó al descubrir que el peronismo no es
un blog o una cuenta de Twitter quiere ahora alucinar un Papa que estuvo en
Woodstock, bailó con Lady Gaga y quiere trasladar el Vaticano a Cuzco. El neo
papismo de izquierda, probablemente ateo, confunde sueños y realidades y no
termina de tocar realidad. Adolescencia eterna. Pero también están los que
desde adentro del catolicismo apuestan a que una figura renovadora logre
ensanchar el espacio de la mayoría amenazada por la secularización, la fe
evangélica, las innumerables declinaciones de la nueva era, las religiosidades
originarias y afro.
Los sacerdotes se
esperanzan en el hallazgo de un líder carismático aunque haya que aguantarle
posiciones políticas, sociales y doctrinarias que les resultan intragables. Y
no menos ilusionados, incluso con fundamento, están los líderes políticos
latinoamericanos que tomados de la mano de Francisco quieren recibir algo del
maná sagrado que ostenta el jefe del catolicismo.
Me temo que son
demasiadas ilusiones como para entender la dimensión en que se notan los
efectos de la “operación Bergoglio”: la movilización de los cuadros del
catolicismo dormidos, agraviados y alejados por décadas de autismo vaticano con
el que Francisco logra romper. ¿Hay algo más que eso? Todavía no se sabe, pero
pueden entreverse las dificultades que la realidad le opone a todo tipo de
sueños.
2. El encuentro de
los jóvenes con Francisco en la ribera del río Paraguay puede ayudarnos a
entender límites y posibilidades que están implicados en las dificultades que
las realidades le oponen a los sueños. Y aquí una primera observación precaria,
pero empírica. La composición social del encuentro era, para mí, que soy un
observador habitual de eventos religiosos de las más variadas congregaciones,
típicamente de clase media. Media-media y media-baja con algunos componentes de
los grupos que en Paraguay suelen llamarse “marginales” y con una muy baja
presencia de jóvenes de los sectores altos. Es una observación grosera, no
tengo una muestra estadísticamente confiable ni un censo. Pero me pareció estar
todo el tiempo entre gente como yo, unos cuantos años más joven. Las ropas, los
usos del cuerpo, los cuidados y hasta la alimentación y los anteojos, las
cámaras, los consumos, las formas de hablar y de elaborar las emociones me
remitían a ese universo. No es que en otros momentos el papa no haya convocado en esta misma visita a los sectores
populares. Estuvieron presentes en el Ñu guasu y el Papa fue a ellos cuando
viajó a los barrios populares de la rivera del Paraguay. Volvieron a estar
presentes cuando se despedía y por la avenida que lleva al aeropuerto de
Asunción: salieron de esos mismos barrios a despedirlo. Pero se podría decir
que cuando convoco a los jóvenes solo logró que asistiesen los de un grupo
social acotado. Las barbas, las guitarras, los mates, los jeans, la amabilidad,
las baladas, los cabellos largos y sueltos, las sonrisas beatíficas, la
preocupación por la preocupación por el otro, eran los mismos de siempre: lo
que fue en Argentina una de las cunas del rock nacional.
Esto no sería tan
significativo sino se combinase con el resultado de una segunda observación
bastante más larga. Que podría explicar porqué los límites en que se estanca la convocatoria
católica, incluida la renovación que impulsa Bergoglio. Lo central del encuentro
con los jóvenes consistió en la presentación de dos testimonios de fe que el
papa elaboró in situ para descartar el discurso escrito con antelación. Primero
una joven que mostró en su relato que supo asumir con alegría el deber de
cuidar a sus mayores gravemente enfermos y que como Francisco dijo “quemó su
vida en la solidaridad”. Luego un joven campesino muy pobre que fue “regalado”
a una familia de la ciudad que lo explotó y maltrató y volvió al campo para
trabajar, ayudar a su familia y sobrellevar la muerte de su madre; y que a pesar
de tanto mal, como resumió el Papa, “no quiso vengarse de la vida”.
El Papa asistió a los
testimonios tomando notas como un alumno y luego dio su discurso sobre la base
de esos apuntes. Antes de hablar recibió de otro joven el pedido de orar por la
libertad de cada uno y propuso orar por corazones libres de sentir y de pensar,
libres de vicios, consumismo, egoísmo.
Al continuar su discurso encontró en el testimonio de los jóvenes ejemplos de
virtudes que subrayó construyendo un
modelo: corazón libre, solidaridad, fortaleza, esfuerzo, reconocimiento de
Jesús. A cada una de las virtudes que subrayaba pedía a los jóvenes que lo
acompañaran repitiéndolas para fijarlas como una lección. Llamó hermanos a los
jóvenes a los que agradeció el testimonio, la enseñanza y el pedido de oración.
Con algunos actores,
como algunos pastores, como casi ningún cardenal, Francisco dejó entrever las
bambalinas del culto, lo “humanizó” y lo
fue transformando de repetición de una fórmula en interacción situacional. Lo
primero que debo decir es que salvo Juan Pablo II ninguno de los Papas de la
era de las comunicaciones masivas fue capaz de un contacto tan fresco, tan
dependiente del momento y tan sensible a lo que sucedía en escena. Lo segundo es que mientras presenciaba la
escena me acordé de lo que sucede en los cultos evangélicos a los que observé
por años. Lo recordé con el cuerpo del ateo que soy y con los reflejos
condicionados: sintiendo la falta de los gritos de los fieles o de un pastor
gritando, interrumpiendo a cada rato con un “gloria a Dios aleluya, hermanos”.
Y mi mente prosiguió el contraste en un punto crucial.
Los milagros
apuntados por Francisco eran básicamente morales. El evangelio abstracto se
traducía en su discurso en un evangelio concreto y cotidiano: las conductas
remiten a valores destacables, ejemplos a imitar. Punto para Francisco. Pero la
diferencia con el culto evangélico habla del límite que percibí. En esos cultos
ruidosos y bullangueros, muchas veces poco articulados, desde el punto de vista
de quien quiere recibir una larga lección, tienen algo que el encuentro de
Francisco con los jóvenes no tuvo. En el culto evangélico los milagros
testimoniados por los fieles y subrayados por los pastores no son simples
testimonios de entrega y esfuerzo. Son también experiencias de haber recibido
bendición en tanto solución del problema concreto. Bendiciones que superan los
esfuerzos: en una iglesia evangélica la joven que debió cuidar a sus mayores
hubiera contado que consiguió un trabajo que le permitía resolver mejor la
situación, o que se destrabaron los trámites para obtener asistencia social. No
digo que ese relato sea cierto aunque no tengo porqué desconfiar de nadie. En
esos cultos los testimonios de un evangelio práctico incluyen otros bienes y
otras vivencias, que su formato utilizable no es una lección sino una especie
de aplicación que se incorpora inmediatamente al próximo paso vital.
En los cultos
evangélicos Dios ayuda donde el Estado y el mercado no resuelven del todo y
donde la vida necesita un poco de empeño, que el testimonio curado por el
pastor viene a inyectar. El evangelio práctico de los evangélicos incluye más
ampliamente la vida cotidiana y se transforma en un recurso emocional que
permite resolverla. Y esto sin contar que la actitud de cualquier pastor es
siempre más activa desde el punto de vista sensible que la de este Papa, que en
ese rubro es, comparado con sus predecesores, un showman, un profesor, un par.
Y todo esto sin contar que los cultos a los que me refiero tienen música,
éxtasis, desmayos que promueven conversiones y compromiso.
Podrán decir que el
modelo de culto que impulsa Francisco es renovador y estaría de acuerdo tanto
como con la afirmación de que no veo a muchos sacerdotes con capacidad de
innovar en el mismo sentido que Francisco. Y, más aún, debe percibirse que todo
lo que Francisco renueva en ese plano es poco en comparación con los
evangélicos. No podrán negar que ese modelo de culto, aunque Francisco rechace las
ideologías, viene a confirmar la razón de los convencidos, de los que tienen la
ideología de que hay que ser solidario. Ahí se halla el límite: el cerco cultural que la Iglesia Católica
todavía no puede saltar. Las personas ya son religiosas en el sentido de que
creen en algo más fuerte que ellas. Lo que buscan no es alguien que les diga
cómo ser mejores sino cómo resolver mejor su vida, ya que encuentran en otros
espacios voces que les dicen cómo orientar esa creencia. Quizás ahí se
encuentra la fortaleza del cerco que el catolicismo quiere y todavía no puede
quebrar.
3. Es en razones
específicamente religiosas donde radica la desmovilización que el catolicismo
quiere superar. Pensar que los discursos sociopolíticos flamígeros de
Bergoglio, todo lo necesarios que sean, modificarán el status quo demográfico
del catolicismo es parcial. Los jóvenes de los barrios populares de toda
Latinoamérica se disocian frente a las opciones que se les presentan: acuerdan
verbalmente con la opción por los pobres que el catolicismo declara y asienten
corporalmente con la opción de los pobres que los movimientos de fisión y
fusión evangélica pergeñan en microsuperficies a mil años luz de la vista de
Sauron, de las multinacionales de la fe y de curas intelectualizados.
(fuente: www.revistaanfibia.com)