De Foucault a Marx, el hilo rojo de la crítica
IV. ¿Un
Marx “lampiño”?
(4/4)
por
Julián Mónaco, Alejandro Pisera y Diego Sztulwark
“Lo que se reivindica y sirve como
objetivo es la vida, entendida como necesidades fundamentales, esencia concreta
del hombre”
Michel Foucault
“Esto es un homenaje a Marx, ‘la
esencia concreta del hombre’ viene de Marx”
Gilles Deleuze
Aun si hay un Foucault “liberal”,
opuesto a Marx (su amigo Paul Veyne escribe que Foucault no fue un hombre de
izquierda) reivindicamos la hipótesis según la cual hay implícito en su obra,
notoriamente en algunos de sus cursos, un redescubrimiento de la crítica de la economía política (sin que
esto agote para nada un estudio de las relaciones posibles con Marx), a
condición de considerar la crítica:
(1) Como reorientación del
pensamiento hacia las prácticas y al movimiento real de lo real (captado como
antagonismo, lucha, resistencia o contraconducta). En este punto, vía Foucault,
se da la convergencia Marx/Nietzsche. La crítica apunta a comprender el juego
efectivo de las fuerzas, identificando y combatiendo trascendencias. Como hemos
visto, en Foucault la crítica conecta con (contra) el problema de los
“universales” y con (a favor de) lo que denomina “problematización”.
(2) No se orienta sólo a
trascendencias exteriores (modelo de soberanía), sino, sobre todo, a
trascendencias inmanentizadas (los
dispositivos de poder no son exteriores a la producción de efectos de
subjetivación). El modelo de esta crítica de las trascendencias inmanentizadas
se forja a partir la crítica de la religión (Spinoza, Marx). Si los poderes
religiosos penetran en la carne y el alma, si se apropian de la vida práctica
mistificándola, la crítica apunta a lo religioso como modelo de mistificación
extendido a la economía política. Esa crítica sólo puede ser práctica y
desplegada a partir de la vida misma. Este funcionamiento de la crítica supone
tanto el descubrimiento de unas tecnologías religiosas de poder que en
Occidente preparan el modelo de las trascendencias inmanentizadas, como los mecanismos
de su secularización-prolongación en el plano de la moderna economía política.
(3) Como desconfianza del Estado en
tanto forma que puede autoexplicarse. El Estado no extrae sus rasgos y
potencias de sí mismo (no tiene esencia), ni posee una historia interna. Lo
político-jurídico-institucional se explica por un medio de “exterioridad”,
expresión de una voluntad de poder que se torna empírica en las instituciones.
Las instituciones mismas, como hemos visto, se tornan campos de batalla cuando
son capaces de contra-efectuar esas relaciones, remontando lo empírico a lo
abstracto de las fuerzas.
(4) Rechaza la idea de una Razón en la historia y admite tantas
racionalidades como experiencias de racionalización (trazado de relaciones) se
experimenten en el nivel del movimiento real.
(5) Se enfrenta al discurso
capitalista de la libertad, lo que conduce, en última instancia, al problema
del control del trabajo y la reproducción y al discurso de la biopolítica.
(6) Apunta a producir comprensión
democrática en torno al modo en que las categorías de la economía política dan
tratamiento a los acontecimientos, mostrando hasta qué punto el discurso de la
economía política, que actúa como racionalidad de última instancia del conjunto de las dimensiones
extraeconómicas de la vida, permanece subtendido por antagonismos internos que
lo agrietan y desbordan. Es allí donde la crítica deviene política, enfrentando
“dentro y contra” la verdad y la realidad producida por el ensamblaje de los
dispositivos de poder neoliberales.
La crítica persiste en desanudar la
articulación entre fetichismo de la mercancía y teoría política del estado y de
las instituciones.
Cierto es que Foucault no converge
con Marx sino al precio de “desprofetizar” su discurso y volverlo
estratégico/genealógico. Y Foucault y Marx no convergen con nuestro proyecto de
una crítica sin antes provocar en ellos
un descentramiento de la cuestión europea. Si en Marx se ha podido
contrarrestar parcialmente este reproche a partir de su giro del año ‘67, nos
preguntamos si los usos de Foucault encuentran en nuevas contribuciones su “desprovincialización”.[1]
[1]
Tarea que ya ha comenzado, por supuesto. Ver por ejemplo en Castro Gómez https://www.youtube.com/watch?v=sMU2AbbTD00