‘El pensamiento político solo puede pensar entre lo que sabe y lo que no tiene nombre todavía’: intercambio con Gareth Williams

por Gerardo Muñoz & Pablo Domínguez Galbraith



El pasado martes 17 de febrero tuvo lugar en Princeton una conversación con Gareth Williams, profesor de la Universidad de Michigan y autor de dos libros fundamentales sobre América Latina: The Other Side of the Popular: Neoliberalism and Subalternity in Latin America (Duke University Press, 2001), y más recientemente The Mexican Exception: Sovereignty, Police and Democracy (Palgrave 2011). Dicha charla tuvo como eje principal la coyuntura del nuevo conflicto social que atraviesa México en el presente. Su visita en Princeton da comienzo a la serie “Human Rights and Democracy in Contemporary Latin America”, organizada por Susana Draper, profesora de esta universidad, que busca pensar en el interior de la institucionalidad universitaria, la fragilidad del momento en que viven los territorios, ya no solo mexicanos, sino a lo largo de la región latinoamericana en el paisaje global.

Si en su primer libro The Other Side of the Popular  –escrito en el momento de los debates de los Estudios Subalternos Latinoamericanos– Gareth Williams daba cuenta de las distintas formas en que el Estado-Nación en América Latina construyó la idea de Pueblo a partir de diversos mecanismos de etnicidad ficticia (fictive-ethinicity) y transculturación, en The Mexican Exception examina la cultura y la política mexicana para desplegar un análisis en torno a los problemas de la soberanía, la biopolítica y el derecho, como formas que han operado en detrimento de la posibilidad democrática en México. Para el autor, no se trata de registrar las excepciones que han permeado la historia política, sino mostrar la manera en que el excepcionalismo soberano es constitutivo de la vida democrática y de la cultura moderna en México. Así, el excepcionalismo legalista mexicano no muestra la exterioridad de una ley que habría que restituir, sino que muestra la naturaleza misma del derecho, trazada desde la Revolución y el imaginario de Comala en Juan Rulfo, hasta las políticas de la enemistad del Estado frente al Zapatismo (1). Tras los eventos ocurridos en Ayotzinapa, la conversación con Williams intentó enmarcar los términos de discusión no meramente sobre las bases de su libro, sino sobre claves analíticas que nos permitan un acceso al presente y un punto en común para comenzar a pensar la violencia que arrastran los territorios en el interior de las tramas políticas, jurídicas, y culturales de la nación.

Lo que sigue a continuación es una cartografía para pensar su trabajo y situar algunos de los ejes de una conversación en la cual participaron estudiantes de licenciatura y posgrado. En su conjunto, no se trató de una charla-conferencia anclada en el “saber maestro” del experto que imparte su monólogo, sino de una conversación fluida que, a la manera de un elenco, fue zanjando preguntas e hipótesis que se iban arrojando al paso de la conversación. En algún momento uno de los estudiantes preguntó, “y nosotros ¿qué podemos hacer?” A lo que Gareth Williams respondió que ya preguntar y pensar sobre la naturaleza misma de la pregunta era un comienzo. Quien no sabe pregunta, y lo hace no por un fetichismo de la ignorancia o la subordinación epistémica, sino porque la realidad que se nos asoma en los tiempos que corren es solo legible a partir de una reformulación de todas las categorías políticas modernas, y de un debate en común en el que debemos participar todos. El reporte que sigue es un modesto intento por dar cuenta de algunos de los puntos de contención que surgieron durante la discusión, y abrir una reflexión más allá de la fácil legibilidad del presente y su traducción política en soluciones.


Nuevo orden policial

De Ayotzinapa a Ferguson, de los barrios del Conurbano bonaerense a las favelas de Río, la clave común es el predominio y la extrema presencia de la fuerza policial sobre los territorios. La policía define hoy la gestión de la vida en las comunidades una vez que la política ha desaparecido, inactivando la potencia de imaginar horizontes y formas de vidas deseables. Para Gareth Williams, la masacre de Ayotzinapa o la violencia de Estado en curso que atraviesa el territorio mexicano da cuenta de la desaparición de la forma tradicional de la política soberana. Esto es, ya no es posible distinguir entre fuerzas estatales y bandas criminales, entre policías locales y políticos corruptos. Esta zona de indeterminación marca una severa crisis de la representación y legitimidad. La desaparición de la política parece coincidir, a su vez, con la intensificación de la desaparición forzada de la ciudadanía, y con su vulnerabilidad física, económica y jurídica. Una doble desaparición que además hace  desaparecer la propia noción desaparición, por parte de un Estado en retirada cuya administración de la catástrofe se limita al espectáculo electoralista como derroche, cinismo y banalidad. Vivimos en la época de la tachadura de lo político, la borradura de la responsabilidad, el infinito aplazamiento de los derechos más básicos. Si bien la política durante buena parte del siglo veinte contó con múltiples mecanismos formales de legitimidad y contención, hoy asistimos a un nuevo orden policiaco global, y en sus peores configuraciones, como es el caso mexicano, una criminopolítica y (a)narco-capitalismo sin fin. 

En este sentido, la policía aquí no solo refiere a un organismo uniformado paramilitar, sino también a un modus vivendi del deterioro de las formas de vida en las comunidades, donde las exigencias impuestas en nombre de la seguridad terminan borrando los bordes entre el Estado como eje del pacto social y la militarización del espacio público. Si bien ya en la correspondencia entre el jurista alemán Carl Schmitt y el filósofo hegeliano Alexandre Kojeve se discutía el devenir de un nuevo orden policial del mundo, no ha sido hasta estas últimas décadas donde hemos presenciado la concreción final entre militarización policial y excepcionalismo soberano (2).

Las privatizaciones de los organismos policiales, las leyes anti-migratorias y el movimiento anárquico de los procesos de acumulación del capital dibujan una cartografía difícil de descifrar. De ella apenas podemos desentrañar sus variables y sus múltiples capas de realidad en continua fluctuación y metamorfosis. Sobre estas bases fue que Gareth Williams afirmó que la policía, “es la encarnación de la razón política de Estado”. En el caso mexicano podríamos traducir estos mismos planteamientos –que siguen siendo válidos en lo general– añadiendo algunas de sus especifidades, como lo son la paramilitarización de cuerpos de seguridad y de grupos fuera de la ley, el surgimiento de autodefensas en regiones que carecen de una protección básica del Estado, la asociación e indistinción de cuerpos policiales y cárteles, la criminalización de la víctima como a priori de los procesos de investigación, y la negación de la violencia de Estado por parte de todas las esferas del poder político.


Excepción y derecho

Los procesos de acumulación y narco-acumulación en la región – de la Amazonía boliviana o brasileña a Guerrero y Michoacán – nos obligan a preguntar por la función y operatividad del derecho y la constitución al servicio del capital transnacional. Ya no se trata de la ilegalidad para llevar adelante los procesos de extractivismo, explotación y megaminería en los territorios, sino que estos se encuentran estrechamente vinculados a los nuevos modos de acumulación global, plegados a las exigencias de lo que Maristella Svampa llama el ‘consenso de los commodities’ (3). Por una parte, el narco dentro de este panorama, deviene algo más que una segunda fuerza policial: una corporación económica que opera en varias realidades simultáneamente. Los vínculos del narco con los proyectos de mega-extracción solo son posibles en conexión con empresas transnacionales,  poniendo en evidencia las condiciones de un desarrollismo como razón política de un espíritu neo-modernizador. Por otro lado en el interior de la conflictividad boliviana, para mencionar un caso completamente distinto al mexicano, el extractivismo desarrollista es condición productiva que daría lugar hacia una futura “universalización del ayllu” en el devenir de un comunismo que, en palabras de Álvaro García Linera, aterrizaría en la región una vez que se concretara una geopolítica global dada a la inmanencia destructiva del Imperio (4).  Tanto narco-acumulación como acumulación demuestran el límite de la razón de un desarrollo desigual sobre los territorios diagramados sobre la esfera de la legalidad y el corporativismo.

De ahí que el paso de la extensión de los derechos plurinacionales a la megaminería y desforestación se encuentren co-implicados en una misma lógica del desarrollo cuya primacía sigue siendo la economía por encima de la autogestión o la democratización profunda más allá de la hegemonía estatal. Desde este registro fue que Williams preguntó por lo jurídico: ¿qué es un derecho y qué sujeto es portador de los mismos? ¿Qué Estado garantiza cual derecho más allá del debate contemporáneo en torno  a la migración o el alien citizen? Este cuestionamiento abriría la pregunta por el derecho más allá de lo humano; a saber, el derecho de animales y plantas, ríos y árboles, montañas y minerales. Si el derecho hoy opera como mediación entre la operatividad gestional del Estado y los intereses económicos globales, lo que está de fondo es la pregunta por la subjetivización y la identidad como aparato de captura y reproducción. Gareth Williams aseguró que el Estado siempre ha sido garante de la diferencia, y que es en la esfera del la ley donde la excepción se establece ya no solo como mecanismo de inclusión-exclusión, sino como la reproducción identitaria que minimaliza el conflicto global generado, como ha argumentado Sergio Villalobos-Ruminott,  por diversos procesos intrínsecos al patrón flexible de acumulación (5).

Nomos de la guerra

Si atendemos al double-bind de la excepción, estamos obligados a situar lo ocurrido en México tras Ayotzinapa en el marco general de un nuevo tipo de insurrección ya no propiamente política o ideológica, sino volcada hacia la multiplicación de nuevas soberanías económicas. Estas soberanías tienen la fuerza de sobredeterminar la jurisdicción y el poder de “dar forma” (lo que Carl Schmitt llamaba la ‘gestalt’ o ‘katechon’) en el paisaje de la geopolítica global. Lo que se vive en los territorios es en este sentido, una encarnación de una guerra civil global en curso, algo que Gareth Williams tematizó durante su charla sobre la obra del chileno Roberto Bolaño, como la stasis que divide forma y vida, la economía y lo social, política y policía, exterioridad e interioridad. Siguiendo a pensadores contemporáneos como Carlo Galli o Roberto Esposito, la guerra global aparece en el paisaje político actual como la ruina de la arquitectónica política moderna, y como fin de la soberanía clásica arraigada en la territorialidad del Estado-Nación.

La guerra global no tiene principio ni fin, pero tampoco se enmarca en una división clara entre amigo-enemigo, ya que la enemistad atraviesa la sociedad civil haciendo de cada cuerpo un núcleo activo de un nuevo nomos de la guerra. La intensificación de este nuevo conflicto social logra elucidarse si es colocado dentro del vórtice donde acumulación económica, violencia rutinaria, militarización de baja intensidad y grupos paraestatales devienen en los actores comunes de las sociedades contemporáneas bajo un paradigma securitario. Por eso también, el pensamiento contemporáneo, subrayó Gareth Williams, debe atender al problema de la guerra global sin moralismos ni tabiques de identificación comunitaria (ayllu) o regional (geopolítica). En el interior de las luchas y micro-genocidios que aparecen inscritos en los territorios se encuentra el vasto desierto de una guerra civil (stasis) donde se despliegan las fuerzas más oscuras del presente.


Inequivalencias de las catástrofes

En la guerra global en curso, Ayotzinapa más que un evento es el nombre propio al cual nos debemos en cuanto reflexión. En el mundo contemporáneo valorizado por los afectos, hashtags como #AyotzinapaSomosTodos, #YoSoyCharlie, #YoSoyNisman, permanecen atrapados en una cierta equivalencia regida por la identificación. De ahí que Gareth Williams cuestionara la base identitaria de esas prácticas políticas sociales, puesto que borran la singularidad e inconmensurabilidad de cada muerte, así como de cada masacre llevada a cabo a escala global. El universalismo equivalencial del hashtag pierde de vista la manera en que cada articulación del ‘nosotros’ está constituido también por una no-parte, que en realidad no le pertenece. Por eso alertó del riesgo del nosotros como un mecanismo restitutivo del humanismo. Es en ese mecanismo que la identificación equivalencial pudiera convertirse en un proceso continuo de subalternización borrando la singularidad de cada una de las víctimas. Se recordó que recientemente el importante filósofo francés Jean-Luc Nancy ha escrito un libro titulado La equivalencia de las catástrofes, donde defiende la desactivación del principio de equivalencia general en nombre de un principio demótico de la desigualidad radical no-hegemónica (6). Pensar esta inequvialencia tendría consecuencias radicales para el pensamiento: una vez que todos admitamos que somos desiguales, será posible la igualdad como tarea de una política futura.


¿Qué hacer? Preguntar y Pensar

Finalmente, retomemos la pregunta sobre el qué-hacer frente al panorama de violencia e injusticia en el que nos encontramos, formulada por los estudiantes insistentemente. Como decíamos al comienzo de este texto, Gareth Williams de ninguna manera quiso plantear una “solución” o una ruta clara, sino más bien, afirmar que es precisamente esa pregunta, y el hecho de preguntarnos, como hacían los estudiantes, lo que se requiere hoy con más urgencia. Pensar y preguntar son ya dos actividades que implican un hacer en el presente. Desde luego, no se trata de una pregunta calculada ya sea en términos de un principio epistémico o ganancia política, sino un pensamiento que en tanto tal es capaz de cuestionar las coordenadas mismas de lo político, así como el orden categorial de la supuesta neutralidad de la universidad.

Según Gareth Williams: “La política es siempre un límite de la comprensión. El pensamiento político, si verdaderamente lo es, solo puede pensar entre lo que se sabe y lo que no tiene un nombre todavía. Y justamente ese también es el espacio de la experiencia. La experiencia en este sentido es la relación entre saber algo y no saber nada, hasta llegar a la nada. Es por eso que nacemos y morimos”. Por lo que no es suficiente pensar en los bordes de la confrontación política, sino también el problema de la interrupción de la finitud en cada acto de comprensión. La pregunta y el pensamiento funcionarían como dos actividades que pudieran generar algo así como un intelecto común más allá del principio de razón maestra y del cálculo ético-político que instala la tecnologización del gobierno desde el Leviatán de Thomas Hobbes.

En su conferencia magistral sobre la novela 2666 de Roberto Bolaño, Gareth Williams abrió otro posible derrotero para pensar el qué-hacer: el proceso de la desmetaforización del tiempo de la Historia, tal y como se expone en el seminario Heidegger : la question de l'Être et l'Histoire Cours de l'ENS-Ulm (1964-1965) de Jacques Derrida.  Más allá de la complejidad del asunto, el proceso de desmetaforización nos llevaría a desactivar el fundamento de la filosofía de la Historia de la cual la política es aún heredera, volviendo inoperante el tiempo del desarrollo y la continua división entre ciudadano y paria. Así, la literatura aparece como espacio aporético para la desmetaforización (la prosa, el poema, la imagen) donde intelecto e imaginación inscriben un afuera de la razón política.

Más que un proyecto intelectual asumido desde la razón universitaria, ésta sería una tarea que se anuncia como promesa para el pensamiento contemporáneo. Pensar y preguntar ya dejan de ser fines para encarar el futuro de lo político, para convertirse en actividades irrenunciables ante la incertidumbre del presente.

Princeton, NJ., Febrero de 2015

Notas

1.                  Gareth Williams. The Mexican Exception: Police, Sovereignty, and Democracy. Palgrave, 2011.
2.                  Ver “Alexandre Kojeve-Carl Schmitt correspondence” (edited and translated by Erik de Vries). Interpretation, Vol.29, Fall 2001.
3.                  Maristella Svampa. "Consenso de los commodities y lenguajes de valoración en America Latina¨. Nueva Sociedad, No.244, Marzo-Abril 2013.
4.                  Álvaro García Linera escribe  en Geopolítica de la Amazonía (Vicepresidencia del Estado de Bolivia, 2012): “El comunismo o es planetario o jamás se dará́. Y mientras haya una pre-dominancia general del capitalismo, en cuyo interior emergen destellos y tendencias de luchas de un potencial nuevo modo de producción que no puede existir localmente, éste sólo podrá́ estar presente como eso: una tendencia, una lucha, una posibilidad; ya que su existencia solamente será́ posible cuando exista en una dimensión geopolítica planetaria” (104).
5.                  Sergio Villalobos-Ruminott. "La Marea Rosada: entre democracia y desarrollismo". Panoramas, University of Pittsburgh, Diciembre de 2014. (Web)
6. Jean Luc Nancy. L’Equivalence des catastrophes (Aprés Fukushima). Paris: Editions Galilee, 2012.