Henri Meschonnic: Viajero de la voz

por Hugo Savino 


para Rodrigo Grimaldi

Lo oscuro trabaja[1]

“Dale la voz a la mirada”
Jack Kerouac 

“Comparativamente la importancia de la crítica ocultó los poemas, sobre todo en la medida de la resistencia que este pensamiento provocó. Verificación empírica de que el pensamiento hace mal, y en primer lugar, socialmente, al que trata de pensar. Pero el poema, tal como lo entiendo, transformación de una forma de vida por una forma de lenguaje y de una forma de lenguaje por una forma de vida, comparte con la reflexión el mismo desconocido, el mismo riesgo y el mismo placer, el mismo pito catalán a los lugares comunes de lo contemporáneo. Puesto que no se escribe ni para gustar ni para no gustar, sino para vivir y transformar la vida.” (Henri Meschonnic, Discurso de recepción del premio de literatura francófona Jean Arp, 4 de marzo del 2006. Estrasburgo.)

Lo oscuro trabaja llega con sus fechas al pie del poema. A veces fecha y lugar. Las fechas no son la cronología. Lo circunstanciado no es una simple información de lugar. Fecha y lugar son un viaje. De la voz y del cuerpo, juntos. Lo oscuro trabaja empezó su viaje. Ya está en el poema Meschonnic. Si no reducimos y dividimos  su obra en géneros: poesía, ensayos, traducción. Meschonnic no escribe poemas circunstanciados.  Responde “siempre / a lo que veo/ incluso si no entiendo/ ante un muro”  – 1 de marzo del 2008.  Toco este muro, este libro. Lo leo. Intento una respuesta. La vía claudeliana. Lo oscuro trabaja: viaje y visión, envío. Lo ínfimo hilado en la frase, de frase en frase: “más ínfima es la diferencia, más grande es su fuerza”. Meschonnic tiene “la mano llena / de lo que no conozco” – 1 de marzo del 2008, escribe hacia ese lugar desconocido, y hacia ese desconocido que lo espera del otro lado de la mesa. Que tiene también las manos llena de lo que no conoce.

Nota: Murena era experto en capúa, en mafias, la palabra la sacó de Paul Claudel. Meschonnic es otro experto en intentos de borraduras o borramientos. Las leyó en sus poemas, en la traducción de la Biblia. Las expuso. El ser se puso nervioso. El partido del ser quiere liquidar a Murena. Le busca el pelo en la leche a Paul Claudel. No le gusta la caca de paloma que aparece a la mañana tempranísimo en el verbo ser, adora la higiene, pero lo inauténtico se le sube a la silla, quiere ponerle una barrera a la traducción Meschonnic: “No me gusta el verbo ser. Por varias razones, de las cuales algunas son serias y otras, lúdicas. La más seria es ésta: ser me parece terriblemente aferrado a su mayúscula inicial, el Ser. Y ahí, pienso en Heidegger y saco mi revólver – metafísico, ni hay ni que decirlo. Ahí me digo que rozamos al mayor enemigo de la vida, que es el esencialismo, o el realismo lógico, la esencialización de las abstracciones.” (Henri Meschonnic, Seo in Deo esse, trad. Rodrigo Grimaldi).   La máquina de narrar, abstracción en la pompa de jabón, vasta operación de mercado que se hace pasar por crítica, se pretende la única narración, y sólo narra la discontinuidad. ¡Insistan! Si quieren (se entiende, el sueldo está en juego): pero los escritores no narran, escriben, se lo recordamos, a ese maniquí maquillado de honestidad, cuídense de la honestidad conspiradora decía Jack Kerouac, que ocupa todo el terreno.  Es casi obvio decir que el poema Meschonnic se incorpora a la lista de lo que hay que liquidar. Para mantener el orden.

Henri Meschonnic viaja hacia las palabras en la frase. Ver vidas, “cierro los ojos / veo vidas” – el 24 de julio del 2008, en el tren hacia Montpellier, por Lodève.

Escribe en la rueda del tiempo, envuelve el vacío con sus frases, le ve la cara al tiempo: “el tiempo es un rostro / más un rostro/ sin fin / en no reconocer a nadie/ salvo los rostros / de aquellos/ que transforman el tiempo/ y es a ellos a/ quienes espero” – 14-19 de abril del 2008. Este viaje por el poema contra las retóricas en uso, hacia el rostro que me transforme, hacia el poema, y también contra las falsificaciones, sobre todo contra la falsificación de la historia. El viaje hacia para saber que “no me sabía / tan diferente de mí mismo”  – 7-8 de mayo del 2008. Ir: no,  ser:  “no sé pero sé / adónde voy lo que hago / es todo lo que no sé / lo que escucho / en mi voz en tu voz / desde que nos oigo / en mi voz en tu voz “ – 16 de noviembre del 2008, en el avión hacia Montreal, y el 29 de noviembre. Henri Meschonnic es un cazador de visiones, de bellezas bíblicas, de “pájaros que ve” y lo “atraviesan”  – 9 de mayo del 2008,  escribe con los “ojos cerrados” – 9 de mayo del 2008 las visiones del oído.

Meschonnic es un poeta bíblico,  Kerouac es otro bíblico. Dos bíblicos. Y de inteligencia literaria.  Lejos lejísimo de la franela filosófica. Y la inteligencia literaria es rara en el trapicheo de elogios. Muy escasa. Los poetas son encorsetados por lánguidos estudiosos que nunca dicen qué les pasa cuando leen el poema. No se atreven  a escribir la emoción de su lectura. Henri Meschonnic no tiene obra crítica en el sentido profesional actual, cuando habla de Ingeborg Bachman se quema con Ingeborg Bachman, cuando pasa por el  aaa de Tsvietáieva es su grito de poeta. Cuando cita al Mandelstam del Estado y el ritmo es el cuerpo del que conoce el acoso. Cuando escribe su Spinoza, lo lleva a poema del pensamiento. Leer Meschonnic es siempre hacia. En el camino de Los nombres. Por eso la importancia de las fechas.  La fecha no es una cronología, es un viaje de “los días no son días / son metamorfosis” – 13 de mayo del 2008, las fechas al pie del poema son la metamorfosis de una vida, otra vuelta. El viaje.  

Un día, sí, “un día llegaremos / a reconocernos” – 13 de mayo del 2008. Contra los fascinados de la destrucción. Los alelados de la petrificación del lenguaje.

El viaje: 6 de julio del 2008/en el tren de Aschaffenburg a Frankfurt: mira el paisaje, es su viaje de verano, él es el viaje, nosotros somos el viaje, “de espalda al tiempo veo todo / gracias instante”, el instante está en lo divino, el viaje a través del  instante, como un viaje sentimental, viajes, de verano o de invierno, y el viajero lleva los paisajes, los mira en su escucha.

El 7 de julio del 2008, en el tren de Frankfurt a París, de vuelta a casa, “atravesado por lo que veo”, no sabiendo que “podía entrar todos esos mundos” en él, nos lleva “a las nubes”. 

Yo tampoco sabía que podía entrar todos estos poemas en mí. Tsvietáieva dice que lo primero que supo de Pushkin es que lo habían  matado. Es buena idea preguntarse qué fue lo primero que uno supo de un poeta al que lee en continuidad. Lo primero que supe de Henri Meschonnic lo supe por  Luis Thonis. Supe que había un poeta de aquellos años que no ejercía la plomería filosófica francesa. Ni la alemana. Ninguna. No ejercía placeres del texto. Ni lacanerías literarias. Y fui. Que leía a André Spire. Que traducía la Biblia. Y fui. Es lo primero que supe. Después fue difícil encontrar lugares donde traducirlo. Las primeras traducciones de Henri Meschonnic al español encontraron rápidamente la resistencia de lo filosófico tenaz. Pero es otra historia.

El tiempo esa gran amenaza no está acostumbrado a que lo esperen, prefiere a los poetas obedientes, esos que le dejan la palabra al filósofo que “es la estación terminal de la verdad” (Henri Meschonnic , Lenguaje, historia  una misma teoría,): “espero al tiempo / tuve que detenerlo / nada se mueve /salvo las hojas de los árboles / escucho te espero” – 19-24 de julio del 2008.  Los poemas de Henri Meschonnic saltan al paisaje, como poemas refractarios a cualquier “presuposición general” (Henri Meschonnic).  Los que tienen como el filósofo “la palabra de toda palabra” (Henri Meschonnic), pueden abstenerse de leerlos. Este libro no se “reduce a un relato, a un género literario” (Henri Meschonnic), no es género poesía, sólo sé eso, y aprendo a leer: “caminamos / sobre una escritura que no termina nunca/ pero no sé leer / lo que está escrito” – 30 de octubre del 2008. Estamos aprendiendo indefinidamente a leer. Es tan obvio que hay que machacarlo. A los profesionales de la lectura, sobre todo. Por eso Kerouac insiste: (a Allen Ginsberg) darle voz a la mirada. Y Meschonnic escribió un largo poema de varios libros para darle voz al poema: “Toda poesía es épica, en el sentido en que es una historia que le ocurre a una voz.”

Las fechas y los lugares están en el poema. Hay que escucharlos: “trabajan en abierto misterio”. Henri Meschonnic desajusta el mecanismo de la fecha y el lugar como información. En sus poemas está su biografía, y en sus traducciones y en sus ensayos. Fecha y lugar como épica, como leyenda. Como “historia que le ocurre a una voz”. El acoso, la mirada, la ventana, el amor. El paisaje por la ventana se escribe en la épica: “techos cabezas / cierro los ojos / veo vidas / la velocidad no es nada / al lado de la lentitud / la mirada / es de todo el cuerpo” – 24 de julio del 2008, en el tren hacia Montpellier, por Lodève. Cerrar los ojos para ver, o para pintar. Si la mirada es de todo el cuerpo, hay que dar ese paso: escuchar las vidas que vemos. La visión del oído. Willem De Kooning: “A veces, cuando mi tela avanza muy lentamente, hago muchos dibujos con los ojos cerrados.” 

La palabra oscuro se me aparece como un negro oscuro de matices infinitos. Con puntos de luz, de iluminación. De resplandores que lo traspasan. Destellos de luciérnagas como en Duke Elllington. No es que Meschonnic haga sonar el francés, es que su poema suena en la lengua francesa y la transforma. Hasta alcanzar una luz. La mirada hacia el oído. Lo oscuro tiene su luz. Los poemas de Lo oscuro trabaja llevan su luz.