“Estamos ante una crisis de lo público”

por Pablo Chacón



El analista político y ensayista Pablo Rodríguez asegura que la combinación de la biopolítica con las nuevas tecnologías de la información están reconfigurando las relaciones sociales y empujando la escena contemporánea a un autoritarismo donde hasta la privacidad es una mercancía. Especialista en política internacional -trabajó durante años en Página/12-, hoy forma parte del staff de la revista Artefacto, junto a intelectuales diversos: Christian Ferrer, Margarita Martínez, Daniel Mundo y Flavia Costa, entre otros.  Este es el diálogo que sostuvo con Lobo Suelto!

El ciberespionaje, aliado a la biopolítica, ¿está reconfigurando el escenario global?

Entre las muchas definiciones de biopolítica que dio Michel Foucault, quien revitalizó el término en los 70, estaba el nacimiento de la estadística en el siglo XVIII. Ernst Engel, dirección de estadística prusiana hacia 1860, decía que la estadística perseguía al individuo en todo momento: cómo crecía, si se casaba, si era prolijo con sus cuentas, si era buena persona…todo. Esto nos señala que la biopolítica siempre fue, entre otras cosas, una cuestión de espionaje. El prefijo “ciber” señala un cambio tecnológico fundamental, pues hay un nuevo espacio (justamente, el “ciberespacio”) sobre el cual ejercer la vigilancia.

¿Entonces?

Entonces ese cambio reconfigura el escenario global en la medida en que crece exponencialmente la cantidad de información disponible, que es toda la que los individuos intercambian por medios tecnológicos que antes eran  escasos. La cuestión es cómo se usa esa información, quién lo hace, dónde se encuentra lo que realmente importa en esta nueva selva de información “basura”, de qué modo la encuentran los poderes que quieren encontrarla. Diría que el mundo ahora está cubierto por un nuevo manto ciberespacial que, al intentar duplicarlo, funda un nuevo escenario de control.

¿Por qué creés que muchos defensores de la república clásica miran a Snowden como la encarnación de un nuevo héroe contracultural?

Creo que sobre todo en el mundo anglosajón, existe una utopía libertaria relacionada con el uso de las tecnologías de información como algo liberador en sí, garante de la transparencia de las relaciones sociales; en cierto modo, una actualización de la ideología liberal y utilitarista del siglo XVIII, de Adam Smith a Jeremy Bentham. Norbert Wiener, el creador de la cibernética y “el” autor para entender qué es la información hoy, comenzó durante la segunda guerra mundial a combatir el secreto que rodeaba los proyectos científicos norteamericanos y legó para los análisis sobre las TIC ese halo de transparencia que todavía tienen; internet es hoy lo que ayer era la televisión: “dice la verdad”. En los 60 había un grupo contracultural llamado “computadoras para el pueblo”, cuando PC era únicamente Partido Comunista, que planteaba que las computadoras iban a derribar a aquellos gobiernos que usaran el secreto y el espionaje como modo de controlar a la población. Cualquier parecido con las loas a la “primavera árabe” no son pura coincidencia. Los héroes contraculturales son aquellos que hacen que la información circule; tanto más valor tiene, entonces, que sean los mismos que antes la acumulaban y la reservaban. Son héroes por conversión.

El videovigilante y el hacker, ¿son figuras de un mundo que tiende al totalitarismo, a la uniformidad?

El hacker es la versión contemporánea del espía, es su doble informático. Como las relaciones sociales pasan cada vez más por TIC, su papel es tanto o más importante que el del espía tradicional. Por su parte, la videovigilancia es el nuevo rostro de las antiguas pinchaduras telefónicas. La diferencia es que está legitimada socialmente. Se trataría sin dudas de una tendencia al autoritarismo que sin embargo no tiene el aspecto de un Big Brother, como siempre se dice. El Big Brother es la vigilancia actual con relaciones sociales antiguas. Hoy todo el mundo quiere ser visto y escuchado. ¿Qué pasaría si Watergate ocurriera hoy? Obama no renunciaría, como hizo Nixon. Ahora se especula con cuándo van a matar a Assange o a Snowden. El poder se ha vuelto más cínico, no tiene problemas en admitir que para los enemigos ni justicia, cuando antes ese mismo poder aunque sea tenía que conservar las formas y decir que vigilar más allá de cierto punto está mal.

Del fin de la privacidad se habla desde hace mucho y hay mucho escrito. El caso Snowden, ¿es un ejemplo de cómo un programa electrónico está formateando las relaciones sociales?

Digámoslo al revés: hay ciertas relaciones sociales que encuentran en un programa electrónico un modo de expresión. Estas relaciones sociales son manifiestamente exhibicionistas: desde “Estoy comiendo sorrentinos” en Facebook hasta cualquier video personal colocado en Youtube. El fin de la privacidad ocurre tanto por el aumento de la vigilancia como por la disminución de los reparos de los individuos frente a la exposición de sus propias vidas. Si hoy se habla de la intimidad como espectáculo, como se titula un libro muy interesante de Paula Sibilia, y la intimidad es justamente eso más “personal” que la privacidad (pues lo íntimo está desde siempre protegido de la mirada ajena, mientras lo privado es algo que puede existir para los demás pero se considera personal), estamos ante una crisis de lo que se entiende por lo público. Diría que en lugar de existir la publicidad, la privacidad y la intimidad, hoy existe sólo la publicidad con distintos grados de alcance.

El caso Snowden es un gran ejemplo: se trata de programas que fisgonean en los entornos virtuales donde los individuos muestran todo, como Facebook o Google. No son acciones que buscan información que los individuos no quieren dar, sino que seleccionan información relevante en lugares donde ésta circula todo el tiempo y con la anuencia de los individuos.