Ni castración ni destitución
Por Juan Pablo Maccia
Agradezco a Rosa L., su llamado a ampliar libertades
subjetivas. Me sorprende, no obstante, su argumento. No vamos a obtener mejores
ideas renunciando a los matices. ¿O no eso lo que ella misma hace cuando apela
al “kirchnerismo” en bloque?
No obstante esto, acuerdo con su argumentación. Hemos
devenido abstractos (“castrados”, dice ella, alardeando de las ventajas
comparativas de su género). Su solución, sin embargo, peca de previsible:
volver a “los cuerpos”, a la horizontalidad de la tierra y al lenguaje capaz de
enunciar la explotación (pero, ¿cuándo se habían ido?).
Estoy “abstractamente” de acuerdo con este planteo general.
Pero no va a ser por medio de buenas intenciones filosóficas que modificaremos
la relación de fuerzas efectivas que nos vuelven “abstractos”. Más concreto me
parece el hecho de que en el día de hoy discutimos algo tan fundamental como la
“destitución” del presidente Lugo en Paraguay. Y que tratamos de evitar que
algo de esa “destitución” no se le contagie al peronismo entero.
Algunos apuntan de este modo a Scioli y a Moyano. Pero se
quedan cortos. Si bien vamos a esperar al miércoles para abrir juicio al
respecto, señalamos desde ahora nuestro temor ante la evidente pérdida de toda
sensatez revolucionaria (e incluso reformista) en las propias filas del Frente para la Victoria, Nuevo Encuentro, etc. ¿En qué
condiciones puede una cláusula constitucional abortar un proceso real de
cambio? Solo cuando dicha cláusula opera evidenciando que se ha renunciado ya
de antemano a profundizar el cambio en el nivel de la voluntad política?
La palabrita “destituyente” no deja de circular, cada vez con
mayor insistencia. La palabrita tiene algunas contraindicaciones. Dado que
niega el supuesto básico de la teoría de la hegemonía con la que el bueno de
Laclau fundamenta la causa reeleccionista: al aplicarla a sus adversarios
parece suponer que solo el gobierno actual puede aspirar al poder.
Con todo, la tarea de hoy no pasa ni por luchar contra la
destitución, ni por luchar contra la “castración”: nuestra lucha hoy más que
nunca debe ser por hallar una vía eficaz de desarrollo para los deseos
reformistas de las masas; aquello que, hoy mutilado, el kirchnerismo muy
bien supo expresar.