Hacete peronista!
Notas breves sobre los amigos, el
campo popular y la izquierda nacional
por Darío Culcholi
Pasado y presente
Los amigxs
recuerdan mi pasado cookista. Tiempos en que aún jóvenes buscábamos comprender,
en la brillante pluma de Cooke, las entrelineas de la revolución popular en la Argentina. Cooke
da para mucho. Nacional y cosmopolita a un mismo tiempo, su pensamiento incluye
como en pliegues diálogos más o menos velados o explícitos con los temas y
estilos de Lukács, Gramsci, Perón y el Che. Todo eso queríamos entender,
intentando tirar el hilo bueno. Aquel en el cual la liberación surgía como
síntesis de todo aquello que la derrota política de los años setenta se
empeñaba en negarnos.
Lo amigos, digo, me
insisten en que en ese pasado hay una clave de acceso al presente. O, mejor,
que este presente se abre como posibilidad de capitalizar esas viejas
búsquedas. “¡Hacete peronista”! Como si uno pudiera “hacerse” peronista. Como
cuenta ahora en la TV Pacho
O`donell. Que se hizo peronista justo en el momento en que se acababa el ciclo
alfonsinista, en el desafortunado instante en que dicha conversión lo volvía
“menemista”. Mal paso que Pacho solicita, por piedad, que no le sea cobrado en
exceso (“no fui el único”, repite). “Hacete peronista”, en boca de quienes me
quieren bien quiere decir: “viví este momento histórico sin objeciones”.
“Criticá todo lo que quieras, desde ya, pero desde adentro”. Yo querría
hacerlo. Como buen cookista me digo: “uno puede ser peronista o no, pero lo que
no puede ser es antiperonista”. Pero la frase me suena a impostada. Ya no se
habla así. Los tiempos cambiaron. En ese entonces decir “peronista”, como lo
decía Cooke, quería decir algo muy preciso: acompañar una experiencia de
radicalización obrera al interior y más allá del peronismo. Estar dispuesto,
incluso, a llevar esa experiencia más allá del umbral al que se ajusta el líder
y llegado el caso, dar el paso sin él. O contra él.
Cook murió en el
67, más pendiente del Che que de Perón. Luego vino lo que vino, y acá estamos.
2.
Peronista es el gobierno
¿Las experiencias
actuales de radicalización social son peronista? No necesariamente. No, el
argumento cookista no funciona en cualquier coyuntura, esto está claro. Si las
luchas no parten por principio del peronismo, ¿a qué llamaremos peronismo en
esta etapa? A trazo grueso: peronista es el gobierno. Y es verdad que es el
mejor gobierno que tuvimos (y que imaginamos). Entonces: el argumento que en
Cooke servía para aproximarse a un movimiento obrero radicalizado, hoy sirve
para apoyar y aproximarse a un gobierno inusual. El “hacete peronista” de mis
amigos tiene dos componentes. El primero de ellos reza: “Abandoná perspectivas
revolucionarias fracasadas” (la de Cooke incluida), como último obstáculo para
(segundo componente) apoyar y aproximarte al gobierno. Mis amigos no
quieren que me quede afuera. Yo tampoco y les agradezco.
Pero ¿todo esto
quiere decir que la política se ha vuelto idéntica al gobierno, que cabe todita
dentro suyo?
3.
San Martín, Rosas, Perón, Ramos
Estos días
reaparecen como hongos los discípulos de Jorge Abelardo Ramos, del trotskismo
nacional. Y con ellos, las rememoraciones de sus dos grandes hazañas
históricas. Los libros de Ramos que apelan a la patria grande a partir de una
matriz nacional y popular; la participación electoral llamando a votar la
formula Perón-Perón con lista propia (a lo Sabatella), juntando -por entonces-
un enrome millón de votos (entre ellos el de Cristina).
Hay aún una tercera
hazaña: la proliferación de cuadros intelectuales y políticos formados al calor
de aquellas batallas. En su momento Blas Alberti. Actualmente el secretario de
cultura Jorge Coscia. Y por encima de todos, el más celebres de sus retoños:
Ernesto Laclau (con Norberto Galasso hoy no vamos a meternos, porque se está
portando muy bien).
Hete aquí que
Coscia y Victor Ramos (hijo del histórico Ramos, ese padre que supo tener
vínculos malvinista con la dictadura y luego fue funcionario de Menem, como
O`donell) son dos de los principales promotores del Instituto de Investigación
Histórica Manuel Dorrego,
autocalificado como revisionista del
“pensamiento nacional, federal y popular” y seguidor del Pepe Rosa, de Scalabrini
Ortiz y de Jauretche, entre otros (no nos vamos a meter ahora con los
historiadores. Solo mencionamos que uno de ellos, un tal Federico Lorenz, ha
escrito en una reciente edición dominical de Página/12 una muy razonable
polémica con la rectora de la
Universidad de Lanús e integrante del núcleo duro del flamante
Instituto Dorrego. El artículo despluma a la autora de un manual de texto de
trasfondo bien milico y bien arropado en una retórica –cuando no–
“malvinista”).
Se trata, decíamos,
de la línea “rosista” del peronismo. Para ellos la historiografía y en general
el mundo político latinoamericano se divide en dos grandes campos: Uno
nacional-popular y otro liberal-oligárquico. Lo nacional viene con San Martín a
la cabeza, caudillos varios, montoneras, provincias y mucho, pero mucho pueblo.
En cambio los liberales son “mitristas”, vendepatrias, pro-ingleses o pro-yankis
(como Menem…). Nacionales no son solo los
argentinos, claro. Cuenta y mucho sobre todo el APRA en el Perú. Víctor Raúl
Haya de la Torre. Y
su discípulo histórico –el único a través del cual el Apra gobernó- Alan
García.
El mundo de los
José Carlos Mariátegui y los John William Cooke queda nuevamente en las
sombras. Lo mismo que el del Che Guevara. Para quienes “luchar” no era un
problema de inversión de las retóricas ni de intervención del estado, sino de
lucha contra la persistencia de ese “cordón umbilical” que sujeta al
“individuo” al capital y a su ley abstracta que todo lo mide, la “Ley del
valor”.
Ni hablar que en
esta línea no caben tampoco pensadores que a la luz de la muestra que organizó
Coscia en el Palais de Glace habría
que considerar como “no nacionales”, entre otros, David Viñas y León
Rozitchner.
Junto a Coscia
trabajan en esta línea “jóvenes intelectuales” como Hernán Brienza (de Tiempo Argentino), Eduardo Anguita (de Miradas al Sur) y Felipe Pigna (un poco
de todos lados). Un buen mix actual de medios, gobierno y mercado.
4.
Tiempo Argentino
El diario Tiempo Argentino sigue a Pacho O´donell
desde su primer número. Hernán Brienza, su principal columnista político,
escribió en uno de sus más recientes análisis político de los domingos que el
gobierno argentino ha ingresado en un movimiento pendular de la distribución a
la creación de riquezas. Fraseo neoliberal que ostenta intenciones opuestas. Se
trata de acompañar al más importante cuadro de conducción que tiene nuestro
país. Y quien no lo comprenda será útil al liberalismo, o estúpidamente
izquierdista.
Existe una afinidad
entre momento económico, dispositivo político y genealogía histórica. Hoy más
evidente que nunca. Y el mayor de los problemas parece ser cómo evitar que este
proceso decante “naturalmente” en el liderazgo de Daniel Scioli…
5.
Izquierda nacional
Sí, el peronismo es
antiplatónico. Refuta las pretensiones de las izquierdas oligárquicas que se
refugian en la abstracción y la pureza. Eso siempre me fascinó de Cooke.
Aun hoy, cuando como dice Ricardo Sidicaro, ya no hay peronismo (es decir:
clase trabajadora homogénea, estado fuerte y consistencia de la mediación
política) el kirchnerismo sigue desestabilizando toda representación
tranquilizadora, todo esquema racionalista, toda serenidad política. Hecho
maldito, carajo!, de un país por siempre burgués. Nuevamente las izquierdas
y las derechas peronistas afilan sus dientes, sin poder explicar del todo la
presencia de su oponente en el gobierno que querrían homogenizar sin éxito. El
conflicto moderado, la ambivalencia que todo lo tiñe y el centrismo
institucionalizante sustituyen al par cookista de antagonismo y radicalización.
Podemos admitir
todo esto. Hacemos el esfuerzo cotidiano. Pero irrita en los testículos el
hecho de que en medio de tanto trabajo para lograr suspender nuestros impulsos
intelectuales abstractos, para intentar comprender que no se trata de entender
racionalmente la dirección y la composición del conglomerado que apoya al
gobierno, que vengan estos ideólogos paspados de la llamada “izquierda
nacional” a explicarnos que ellos sí entienden todo. Y tienen esquemitas
formales, repletos de formulas lacanianas con ejemplos a montones, y hasta una
auténtica doctrina para explicar con claridad y distinción el hecho histórico
del reencuentro de lo popular y lo estatal en esencial matrimonio. ¿Hacía
falta?
6. Ay Forster…
A pesar de los
pesares, no nos interesan los intelectuales. Sí nos interesan los amigos.
Por eso vamos a despachar en pocas palabras a Ricardo Forster. Sé bien que el
no aprobaría el método de la economía del lenguaje (nos conocemos desde pibes,
hablo con la autoridad del caso…). Pero si reconcomemos –ambos por igual, es
decir, él y yo- que a falta de ideas, las palabras se tornan vacías, los
discursos se transforman en sermones y las apelaciones a la política, en
auténticos disparates, ¿por qué no apelar a cierto pudor, a ciertas
restricciones elementales del habla, en lugar de andar descargando todo el peso
muerto de una lengua muerta en el bueno –pero no milagroso- de Walter Benjamin?
Cariño: ¡apoyas el instituto Dorrego sin proponer una sola palabra específica
para pensar el caso! Y tú ampulosa verba no distingue siquiera en lo elemental.
Digamos, entre el “Acontecimiento Kirchner” (con su K de komunismo
luxemburguista) y el emprendimiento de Pacho. Tu pluma usa exactamente el mismo
tono para escribir un perfil de Maradona que para descubrir un costado
“tosquista” en las huestes de Moyano (Ay, ¡qué dirás al respecto en estas horas
aciagas…!).
Veremos, amigos, cómo
se despliega en lo que sigue la flema del verboso.
7.
A mis queridos amigos…
Por todo esto les
pido a mis amigos que en lugar de convertirme en peronista, abramos una
discusión un poco más audaz. Si no somos liberales, ¿para que entrar en este
tipo de transacciones? Si somos cookistas, ¿por qué confundir experiencia de
resistencia con experiencia de gobierno? Si queremos pensar lo popular, ¿por
qué congelar un pueblo castrado en la derrota y no participar de ese pueblo que
estamos siempre dejando de ser, ese pueblo que es siempre cambio, pluralidad,
ese pueblo que no se ajusta a la foto del pasado sino en los problemas del
presente, desarreglando toda representación ordenadita (y mitificada) en un
desborde siempre más oscuro e interesante?
Nuestros amigos son
amigos porque cuando hablan de la nación, piensan un cosmopolitismo
borgeano, con nítida impronta latinoamericana. Cuando hablan de estado, lo
quieren pensar libertaria, abarcativa y heterogéneamente. Y cuando hablan de la
“vuelta de la política” y del sitio del intelectual, quieren creer que el
pensamiento es de y para todos, y que la política concierne a aquellos que
(incluso hoy día) no tienen el poder. Hablan de peronismo, es verdad, pero se
les estruja el corazón cada vez que con ese nombre se cierra una posibilidad y
se estabiliza una identidad sectaria.
Les pregunto de
corazón, amigos, ¿realmente quieren que me haga peronista o, en el fondo y más
allá del nombre propio, desean que inventemos algo común, más a la altura de
nuestros anhelos?