Una apelación al gran ejército de los amantes
y
al pequeño
ejército del software
por Geert Lovink y Franco Berardi
Octubre de 2011. La
lucha contra la dictadura financiera está estallando. Los llamados mercados
financieros y sus cínicos servidores están destruyendo los fundamentos mismos
de la civilidad social. El compromiso postmoderno entre la clase obrera y la burguesía
progresista está desgarrado. Las políticas neoliberales están reduciendo la
educación y el sistema público de salud y eliminando el derecho al salario y a
las jubilaciones. El resultado es el empobrecimiento de grandes sectores de la
población, creciente precarización de las condiciones laborales y cotidiana
humillación de los trabajadores. El efecto por venir será la violencia, porque
la gente, en su rabia impotente, saldrá a la búsqueda de chivos expiatorios.
Limpieza étnica, guerra civil, destierro de la democracia. Este sistema es
nazismo financiero: Finazismo.
La gente está comenzando
a reaccionar en muchos lugares y de muchas maneras. Occupy Wall Street desencadenó una movilización de masa en New York
que se extiendendiendo cada día al resto de los Estados Unidos. En Grecia, los
trabajadores y los estudiantes ocupan la plaza Syntagma y protestan contra el chantaje de un Banco Central europeo
que está desvastando su país. El 15 de octubre en todo el continente la gente
protestará contra la rapiña sistemática.
¿Lograremos con nuestras
demostraciones y ocupacion detener la máquina financiera? No, no lo lograremos.
La resistencia no va a resistir, y nuestra lucha no va a detener los crímenes
legales. Seamos francos, no convenceremos a nuestros enemigos de que acaben con
sus ataques predatorios por la sencilla razón de que nuestros enemigos no son
seres humanos. Son máquinas. Es cierto que son seres humanos – administradores,
accionistas– los que cobran el dinero que
nosotros perdemos y se que cobran los dineros que nosotros perdemos, y se
apoderan de los recursos que los trabajadores producen. Y los políticos firman
leyes que entregan la vida de millones de personas al Dios Todopoderoso de los
Mercados.
Pero ellos no son
quienes toman las decisiones reales, son sólo instrumentos de una economía
descerebrada. El verdadero proceso
predatorio ha sido automatizado. La transferencia de recursos y riqueza
de quienes producen a quienes no hacen más que controlar abstractas transacciones financieras se ha incorporado
en la máquina, al software que gobierna la máquina. Olvidémonos de los
gobiernos y de los partidos políticos, fantoches que fingen ser líderes y dicen
sólo pavadas de dogmáticos ignorantes. Ellos saben que hace años han perdido el
verdadero poder de controlar al capitalismo financiero. Nos detenemos a
escucharlos, a votarlos, ponemos la esperanza en ellos y luego los maldecimos.
Ellos son sólo rufianes y la política está muerta.
Y ahora, ¿qué debemos
hacer? ¿Resignarnos a la violencia financiera?, ¿plegarnos a la arrogancia de
los algoritmos?, ¿aceptar la disminución de los salarios y el aumento de la
explotación? No. Combatimos contra el Finazismo
porque nunca es demasiado tarde. Hasta ahora, el Finazismo vence por dos
razones: en primer lugar, porque habíamos perdido el placer de estar juntos.
Treinta años de precariedad y de competencia destruyeron la solidaridad social.
La virtualización destruyó la empatía entre los cuerpos, el placer de tocarse y
de vivir en espacios urbanos. Perdimos el placer del amor sensual, porque
demasiado tiempo se dedicamos al trabajo y al intercambio virtual.
El gran ejercito de los
amantes debe despertar.
En segundo lugar, el
Finazismo vence porque, por unas pocas monedas, nuestra inteligencia fue
sometida al poder del algoritmo. Por un sueldo miserable –comparado con los
beneficios de los dueños de la finanza– un pequeño ejército de programadores de
softwar acepta la tarea de destruir la dignidad humana y la justicia.
Este pequeño ejército
también debe despertar.
Hay una sola manera de
despertar al amante que está oculto en nuestros cuerpos paralizados,
virtualizados y frágiles. Hay una sola forma de despertar al ser humano que se
esconde en la miserable vida de los programadores de software: salir a la calle
y luchar.
Quemar los bancos es
inútil, porque el verdadero poder no está en los edificios físicos, sino en la
conexión abstracta entre números, algoritmos e información. Pero ocupar bancos
es acertado como punto de partida de un largo proceso de desmantelamiento y
re-escritura de la automatización técnico-lingüística que no convierte en
esclavos
Ésta es la única
política que cuenta.
Algunos dicen que Occupy Wall Street es un movimiento carente de objetivos y programas precisos. Observación
tonta. Como siempre, los movimientos tienen diferentes orígenes y motivaciones.
Lo que importa ahora es la multiplicación de las conexiones y el compromiso a
largo plazo. Y aún más importante es poner en marcha un proceso de éxodo de la
agonía del capitalismo.
No pedimos una reforma
del sistema financiero del BCE. El regreso a las monedas nacionales que piden
alguno populistas de derecha no nos vuelve más fuertes contra la especulación.
El regreso a la sobernaía del estado no parece ser una una solución. La demanda
de una intervención del estado más fuerte para controlar los mercados no es más
que un manotazo de ahogado. La verdadera cuestión es que los seres humanos no
tienen más el control. Es necesario desmantelar la máquina misma, y esto se
puede hacer de maner muy pacífica. Entrar en los propios sistemas informáticos,
publicar los crímenes financieros con iniciativas de tipo Wikileaks, detener las redes asesinas de intercambio financiero en
tiempo real.
Los mercados financieros
están fundados sobre la velocidad y el deterritorialización. Pero conocemos su
arquitectura y su vulnerabilidad. El mundo financiero perdió legitimidad. Ya no
existe más el consenso global que dicta que los mercados siempre tienen razón.
Es nuestra posibilidad
de patear el tablero. El movimiento tiene que responder a este nivel.
Desprogramar y reprogramar el software
financiero no es el sueño de un luddista que quiere sabotear la máquina.
La regulación de los mercados no está en condiciones de hacer lo que hay que
hacer, sólo la autonomía y la autorganización de los trabajadores del software
puede desmantelar los algoritmos predatorios y crear un software de
auto-gestión de la sociedad.
El intelecto general y
el cuerpo social erótico deben encontrarse en las calles y en las plazas:
unidos pueden romper las cadenas Finazistas.
(Traducción: Diego Picotto)