Cristina, Boudou y el trasvasamiento generacional

Martín Arrostito

"Si Iván Heyn es la renovación de los cuadros kirchneristas, deberemos pensar una síntesis entre los conceptos de hegemonía y páramo cultural"
B.S.

Días atrás, en uno de los capítulos centrales de este folletín conformado por los sucesivos episodios de anuncio de las candidaturas para las próximas elecciones (novela de suspenso que despuntó con la de Jefe de Gobierno, que continuó con la suya propia –carente de toda intriga, aunque madre de algunas especulaciones más o menos disparatadas– y que concluyó recientemente, ya sin play time, con la de su compañero de fórmula –aquí sí el suspenso produjo su efecto: confirmar, al menos en esta instancia, quién tiene la sartén por el mango—) CFK recaló sobre un tópico común del setentismo militante: el “trasvasamiento generacional”. En realidad, la trocó por una imagen mucho más accesible al joven al que se le trasvasa (joven al que hay que evitarle las palabras sobreesdrújulas, mucho más las de cinco sílabas): la imagen del puente.

La cuestión es que del otro lado del puente nos esperaba Boudou.


Y no fue una sorpresa, no. Es el Ministro de Economía (y no un militante de un ignoto barrio del conurbano bonaerense). Y el ministro de una economía que —inflación mediante— viene rindiendo frutos para el bolsillo dispuesto al consumo medianamente ligero (o así lo hacen saber los votos). Por otro lado, dice la propia Presidenta, fue el que ideó y llevó a cabo el operativo de recaptura de los fondos de las jubilaciones y pensiones, desde hace una década en espurias manos de AFJPs. Y había sido ya su Nero como pre-candidato a Jefe de Gobierno en Ciudad de Buenos Aires. No fue, entonces, una sorpresa esta decisión que poco contentó tanto a pejotistas como a sectores progres del kirchnerismo. Pero no deja de llamar la atención... (tanto que el vulgo, siempre malicioso, se pregunta si entre ellos… bueno, se entiende... si Amado se la emperna…).

Dejemos de lado otras virtudes sustancialmente inciertas que se están poniendo sobre la mesa para justificar la elección, tales como su lealtad (¿no es raro que le mentan lealtad a alguien que es, por definición, un converso?) o su valentía para enfrentar a las corporaciones, y centrémonos, puntualmente, en dos cuestiones: la del mundo que cambia y la de la juventud.

La primera porque no deja de ser un caso curioso: casi todos los periodistas k/progres encontraron en que Boudou hubiera cambiado (¡así lo justificó la presidenta!) la clave de por qué un (¿ex?) neoliberal era futuro co-conductor del gobierno popular. Sin embargo, textual: “[él vino] a decirme que el mundo había cambiado y que nada volvería a ser lo que era". Es decir, fue Boudou (el de la UPAU, el del CEMA) el que entendió los cambios del mundo, el que vino y nos los batió; y por eso lo queremos y aceptamos. Pero nunca nadie dijo que él hubiese cambiado. En síntesis: un importante cuadro del capital –sin dejar nunca de serlo– nos avisa que el capital se adapta a los cambios.

Segunda cuestión: su juventud. Porque la juventud no es sino el valor fundante e inherente al (sub)movimiento surgido de aquel no tan lejano 27 de octubre de 2010: el cristinismo, etapa superior del kirchnerismo. Durante el curso de aquellos aciagos días y llegando hasta el presente, la juventud (y su grito de guerra: Fuerza Cristina) se convirtió en sólida base desde la que reorganizar una nueva etapa política. Una juventud que se vuelve nombre propio en cada Juan Manuel Abal Medina, en cada Gaby Mariotto, en cada Juan Cabandié, en cada Andrés Larroque, en cada José Ottavis, en cada Eduardo de Pedro y, por qué no, en cada Agustín Rossi o Martín Sabbatella.

La juventud, entonces, como elemento neural de un cristinismo dispuesto a convertirse en bisagra generacional que deje atrás –incluso, que confronte– la mala política de las corporaciones.

Lo curioso de Amado Boudou como principal expresión del trasvasamiento a la nueva generación no es sólo que, en breve, pisará el medio siglo de vida, sino, sobre todo, su figura al extremo antitética respecto de la del militante nac&pop.

No hay secreto: un tipo de zona norte, Martínez, ponele (aun cuando haya pasado su juventud, la cronológica, en MDP). De chalet en Pinamar. Facha (es decir, los que postulan y encarnan el prototipo de belleza y simpatía). De los que jugaron rugby y hoy prefieren el golf (su compañero en el Buenos Aires Golf de Bella Vista: Guillermo Montenegro). De los que usan pilchas caras y aman la guita. Alguien que se da sus gustitos (tipo el Mini Cooper o la Harley-Davidson amarilla, con calcomanías de llamas). Y en menos de diez, puede ir de Puerto Madero a Palermo Hollywood a encontrarse con sus cófrades del peronismo vintage (allí, en sus bares, uno puede encontrarse de Cabandié a Tomada o Coscia. Felletti y Kunkel, dos fijas. Y ni hablar de los chiquis de La Campera). Alto consumo en guerra con el capitalismo: una ecuación compleja que sólo el cristinismo, etapa superior del kirchnerismo hasta hoy está pudiendo descifrar.

El compañero Amado Boudou, entonces, como expresión de la Juventud Maravillosa de nuestra etapa y como horizonte de todo mocetón argentino que desee encontrar en la política mosca y buena vida. En el envés, será, quizá, hora de empezar a preguntarse quién trasvasa qué a quiénes.